La benévola tesis según la cual el muy autoritario presidente Putin no tolera en Rusia que nadie le haga sombra y recurre a su poder y al de la obediente fiscalía para liquidar políticamente a Jodorkovsky es demasiado sucinta y, sobre todo, una defensa del segundo, que no la merece. El joven patrón de Yukos y primera fortuna rusa fue el primero en incumplir el contrato tácito entre el Kremlin y el puñado de oligarcas enriquecidos en las privatizaciones de la era Yeltsin. Ricos pero discretos; multimillonarios pero obsequiosos con Putin.

Al anunciar que financiaría a la oposición liberal-conservadora, Jodorkovsky pasó la línea roja del acuerdo de no agresión con Putin en periodo preelectoral (hay legislativas en diciembre y presidenciales en marzo). Para Putin era inaceptable, pero el patrón del gigante petrolero no se arredró y mantuvo el pulso. Se dice, incluso, que aún podría ser candidato contra Putin desde la cárcel, pero es probable que comprenda antes que sus posibilidades son escasas contra los aparatos del poder y la tradición autoritaria. No en vano la fiscalía ha incautado el 53% de las acciones de Yukos, vulnerando las reglas de juego del capital y la seguridad del sistema.