El hecho de que dos grandes grupos constructores nacionales se repartan la ejecución de casi seis de cada diez kilómetros de la Autovía de la Plata a su paso por Extremadura a través de los concursos que resuelve el Ministerio de Fomento no deja de resultar paradójico si tenemos en cuenta varias premisas que el propio libre mercado ha establecido a lo largo de los años. De un lado, el sector de la construcción en España, a pesar de su especialización, presenta un abanico de grupos con capacidades financieras y de estructura lo suficientemente amplio como para competir por cualquier jugoso concurso de la administración. Es por ello que resulta tan llamativo el constante éxito de las ofertas de OHL y Sacyr en los concursos de Fomento. Al menos, en lo que se refiere a la Autovía de la Plata a su paso por Extremadura.

De otra parte, llama la atención el escaso margen de actuación de las compañías extremeñas del sector a la hora de concurrir a este tipo de adjudicaciones, no ya en solitario, sino a través de uniones temporales de empresa. El resultado de esta dinámica no es otro que una espiral de descontento, no sin razón, que les lleva a quedarse como meros subcontratistas de los grandes grupos del sector. Más de una explicación merecen tantas cuestiones por aclarar.