Historiador

Lo mismo tengo que dar la razón a los dirigentes del PP de Extremadura que han indicado que el fichaje de Martín Tamayo supone un brote de aire fresco para su formación política. Y puede que estén en lo cierto. Llega a la derecha regional un personaje que, un fiasco tras otro, desemboca en una agrupación que se está caracterizando por su escoramiento hacia lo más conservador del espectro y al que, previsiblemente, aportará un estilo, si cabe en ellos, más bronco. De nada han servido los últimos acontecimientos.

Tras las manifestaciones obreras del 1º de mayo y el triste desenlace que hubo en Madrid, nos encontramos con unas declaraciones que, ya sea a nivel nacional, ya lo sea en el ámbito regional, nos inducen a la tristeza. El presidente del Gobierno apela al abandono de la tradicional simpatía de los españoles, nos dice que ha llegado el momento de ser serios, como sinónimo de correctos, y mientras sus compañeros en Extremadura lo traducen en un hervidero de sensaciones ásperas.

Como contrapunto, los socialistas despiertan la alegría, las ganas de vivir, la primavera permanente, el ansia por la ciudad feliz. No como, por ejemplo, en Cáceres, donde hace tiempo que se reivindica el lugar que merece dentro de Extremadura y que se ha perdido en los últimos años. Allí donde un placentino que vive en esta maravillosa población desde hace muchos años sueña con tener la suerte de, además de estar en un lugar privilegiado, verse acompañado de una ciudad capital de la cultura a la que, como bien indica Carmen Heras, las autovías y el tren de alta velocidad faciliten su preponderancia como espacio central entre Sevilla y Gijón, entre Madrid y Lisboa. Corre mayo, corre.