Una treintena de alcaldes del Alentejo y de Extremadura se reunieron ayer en Elvas para rechazar la posición del Partido Social Demócrata (PSD) portugués de paralizar sine die , si logra el que gobierno, los trámites para construir la línea de Alta Velocidad por la que habrá de transcurrir el AVE Madrid-Lisboa. Pocas dudas caben de que la posición del PSD es la amenaza más seria que ha tenido el proyecto desde que se decidió en el 2003, porque la patrocina el partido al que en este momento se le otorgan posibilidades de ganar las elecciones del 27 de este mes y porque, si las gana, ese punto de su programa representa un torpedo en la línea de flotación del mismo.

Hay muchas razones para pensar que el PSD está obrando en este punto irresponsablemente: está poniendo en almoneda el prestigio internacional de su país, que se cimenta en el cumplimiento de sus compromisos; y la línea de Alta Velocidad Madrid-Lisboa compromete a dos países comunitarios y a la propia UE, puesto que se va a nutrir de fondos europeos. Está comprometiendo también la lealtad en las relaciones con su vecino, puesto que España ya ha hecho cuantiosas inversiones en una infraestructura cuyo fin se cumple cuando logre unir las dos capitales ibéricas, no solo cuando las vías transcurran por las estaciones intermedias; y está comprometiendo también la continuidad institucional. Continuidad no solo con el gobierno del socialista Sócrates, sino con el de Durao Barroso, del PSD precisamente, que adoptó la decisión del AVE cuando gobernada en la Lisboa y Aznar en Madrid.

El PSD apela a la crisis para justificar su idea de paralizar sin fecha el AVE. Ese es un razonamiento que sería fácil de entender si los términos de la posición que defienden fueran otros, como acompasar las inversiones a las posibilidades presupuestarias. ¿Quién podría reprochárselo, si la crisis es una realidad tan abrumadora? Sin embargo, en la tajante declaración de suspender sin fecha la continuación de los trámites para construir la línea de Alta Velocidad se aprecia también el rancio nacionalismo luso y la búsqueda de votos entre aquellos ciudadanos que todavía sienten las relaciones con España en términos de la pérdida de Olivenza.

Por ello, cuando existen suficientes razones para concluir que la posición del PSD con respecto al AVE es rechazable en términos de política de Estado, es un mal paso adoptar cualquier posición guiada por la política partidista. La reunión de ayer en Elvas podía haber sido más importante si no se hubiera planteado en términos electoralistas. En este sentido, la presencia de los alcaldes del PP, y particularmente el de Badajoz, era ineludible y los convocantes deberían haber cursado su invitación de manera que, si Celdrán no acudía, hubiera tenido que explicarlo. No ha sido así. Quizás con la reunión de ayer, el alcalde socialista de Elvas gane adeptos, pero sin la participación de los dos grandes partidos de nuestra región la exigencia de que la línea continúe gana menos. Tampoco es entendible que el presidente del PP extremeño esté dispuesto a ir a exigirle a Zapatero que el AVE continúe. Monago se ha equivocado de destinatario de su exigencia: es el PSD, su partido "hermano" en Portugal el que no quiere que el AVE empiece. Es a Manuela Ferreira, la jefa del PSD, a quien hay que exigirle que modifique su actitud.