Desde el sábado, Madrid y Valencia están unidas por alta velocidad. El miércoles se inauguró el AVE hasta Cuenca y Albacete. Esta última ciudad está servida por un ramal de la misma línea que llega a la capital levantina y que ha costado 6.600 millones de euros. Con este nuevo trazado, España consolida su segunda posición mundial en kilómetros de alta velocidad (tiene ya 2.665), solo superada por China y por delante de Japón y de otros países pioneros, como Francia.

Lo que debería haber sido un motivo de satisfacción, la apertura de una nueva conexión que va a permitir que un viajero madrileño esté en el centro de Valencia en menos de hora y media (95 minutos, para ser exactos) y viceversa, se ha convertido para algunos expertos , cuyo análisis recogía ayer este periódico, en motivo para criticar la proliferación de las líneas de Alta Velocidad en nuestro país, como si fueran un proyecto irresponsable, de nuevo rico, así como que se haya hecho una inversión como esta "en plena crisis". En primer lugar, más del 90% de la inversión en esa obra se ha acometido cuando en nuestro país no había crisis; en segundo lugar, hubiera sido un despropósito y, esta vez sí: un despilfarro, no haber rematado la obra ni haber concluido la nueva terminal de Atocha para la línea de Alta Velocidad con el Levante.

Llama la atención que esas voces que ahora se rasgan las vestiduras y a las que les gustaría que nuestro país dejara de ser, como es ahora, una referencia internacional en alta velocidad y un ejemplo a imitar por países como Estados Unidos, no hayan cuestionado las inversiones estatales para llevar la Alta Velocidad a la zona desde donde critican tan cicateramente el derecho que le asiste a otras comunidades españolas a que el tren AVE pase, pare, articule el territorio y dé las mismas oportunidades que da en otras partes y que, además, se apresuren a denostar del carácter radial de las líneas, en lugar de en red como a ellos y a su no confesada pero perfectamente perceptible posición nacionalista les gustaría, porque la radialidad mantiene el carácter central de Madrid, que a los citados expertos parece ponerles tan nerviosos.

Las dificultades para que se cumpla el programa de la Alta Velocidad son muchas y crecientes, como bien sabe Extremadura, a la que se le prometió que a estas horas el tren correría por las vías trazadas por el territorio regional y aún no solo no está puesta ni la primera traviesa sino que es de temer que se retrase más de un lustro su puesta en servicio. Pero, con ser ese retraso una realidad cruda, al menos no hay todavía nadie en el Gobierno que haya puesto en duda que el potencial de futuro de esta infraestructura está muy por encima del coste y que esa línea es imprescindible para hacer mínimamente realidad la aspiración de que Europa esté cohesionada y no existan periferias tan acusadas como las que pretenden prolongar los que se oponen a que ni un euro debería invertirse más en el AVE una vez lo tenga yo.