XAx pesar de que las ciencias sociales han tenido un notable avance a lo largo del último siglo, su aplicación al comportamiento histórico de los pueblos esta algo más retrasada, y desconocemos aún las corrientes más profundas de la Historia. Así que podemos asegurar que la vocación de crear un macroestado, que llamamos UE, fue y es un acto valiente. Cierto que el marco inicial del momento fundacional era el de una Europa derrotada, esquilmada y amenazada. Pero esos fueron los inicios, hoy la Europa que estamos creando, la que queremos crear, es una gran potencia económica y política, en la que los valores convivenciales alcanzan las más altas cotas, libertad y democracia; estado de derecho y estado de bienestar, son realidades llenas de contenido.

Imposible eludir en cualquier bosquejo histórico, por breve que sea, ilustres precedentes históricos. Algunos como el conseguido alrededor de la Pax Romana , hunde sus raíces en dos mil años de historia. Y aunque la romanidad se hace al margen del concepto territorial de Europa, y una parte sustancial de los territorios de la UE quedaron al margen de su influencia directa, el concepto básico que aglutinó el imperio romano sigue siendo válido en nuestros días. Fue el concepto de ciudadanía romana el que formó el imperio y lo hizo duradero y se va extendiendo en un marco cultural homogéneo que la posibilita.

Cuando se rompe el imperio romano, todo el alto medievo vive de su nostalgia, la quiebra cultural profunda, con la expansión del islam, entre otros cambios radicales, crea distancias imposibles de saltar entonces y aun muy difícil de cubrir ahora. Y es Carlo Magno quien, de manera efímera, recoge la herencia.

Tendrían que pasar siete siglos para que se materializase otro nuevo intento de unión. Y es el emperador Carlos, nuestro Carlos de Yuste, el que reina sobre una parte muy importante de Europa, y lo hace también en un momento convulso con rupturas religiosas y peligros orientales, pero el sueño del imperio europeo prende en los mejores intelectuales de la época y tanto Maquiavelo como Campanela nos dejan dos inmortales obras que lo testimonian.

Son los ejércitos franceses, salidos de la Revolución de las Luces, los que paradójicamente coronan a un nuevo emperador europeo, de no buen recuerdo para nosotros. Es un intento, el de Napoleón, nacido de la imposición y la violencia que no arraigó en la ciudadanía europea y que fue germen de una exaltación nacionalista de los pueblos de Europa que nos alejaba del ideal de la unión.

Fueron las cenizas de la II Guerra Mundial las que abonaron y cimentaron el sólido ideal, de que en base a la democracia y la libertad, se generara un nuevo proyecto de Unión Europea; que naciera de la convicción y no de la imposición, cimentado en una nueva ciudadanía, la europea, sin prisas, dando tiempo al tiempo, que creciese de una manera natural, alejado de tentaciones hegemónicas en el mundo, con el respeto a todos, desde el respeto a cada uno, en base a la libertad y progreso de los pueblos europeos.

Un proyecto, para nosotros los ciudadanos de hoy, pero sobre todo para nuestros hijos, nuestros nietos, y los nietos de nuestros nietos. Un proyecto en el que la razón, la ciencia y el derecho sean la base de nuestra convivencia.

Este proyecto merece, sin duda, la pena. Habrá que corregir cosas, superar dificultades, limar asperezas, pero es un proyecto tan ilusionante que nadie debe quedarse al margen de él.

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*Ingeniero