Solo por el verbo «invisibilizar» (qué verbo, por Dios, qué bizcocho para neólogos) hay que recordar a Izquierda Unida, que dice sentirse «invisibilizada» por Podemos, según Alberto Garzón. Como se sabe, cuando los dos partidos formaron coalición, uno de los puntos complejos del pacto fue encontrar una denominación en la que ninguno perdiera su identidad nominal. Pero el resultado fue el que fue: el término «Izquierda» desapareció y «Unida» pasó a ser una conjugación verbal, como lo es el nombre del partido Podemos. Así, o por ahí, empezó la «invisibilización» de Izquierda Unida, por el nombre, en la medida en que Podemos conservó el suyo.

Obviamente, Garzón no se ha referido a esa invisibilidad, sino a la de la actividad parlamentaria, que es la que «ocupa la mayor parte de la atención mediática», ha expuesto en el informe que presentó el sábado ante la asamblea del partido. Y tiene razón: si no existes en los medios, no existes. Pero, respecto a su coalición, en los medios (incluso en los vetados) solo existe Podemos. Hasta tal punto, por cierto, que Garzón ha lagrimeado: «Solo las iniciativas de carácter local son asignadas a Izquierda Unida, mientras que el resto se difumina bajo el rótulo de Podemos».

Parece que hubiera descubierto ahora la especialidad de Podemos en hacer política en los medios. «Es notable la ausencia de la visibilidad mediática de nuestra fuerza política», ha revelado Garzón en la asamblea. Ninguno allí se habrá sorprendido, claro, limitándose a asentir las consecuencias: «Se difuminan las diferencias y se impide a militantes y votantes de Izquierda Unida...». Se les impide reconocerse, le ha faltado decir. ¿Quién no recuerda a Cayo Lara diciendo que le costaría votar a lo que ya no sería Izquierda Unida?

«Invisibilizar», qué eufemismo. El día en que a Izquierda Unida se le apareció Podemos, Izquierda Unida desapareció. Desde el «pacto de los botellines», Izquierda Unida no existe para los medios ni para los ciudadanos. Y es que se empieza perdiendo el nombre, dejándose nombrar de otro modo (nombrar es dominar, nominalistas), y se acaba perdiendo la identidad.