Hace unos meses, el expresidente Aznar provocó el sonrojo de media España cuando arremetió contra la limitación de velocidad y la prohibición de consumir alcohol en exceso cuando se coge el coche. Ahora toca avergonzar a los españoles con sus pintorescas opiniones sobre el cambio climático.

En la presentación de un libro del presidente checo Václav Klaus, Aznar comparó a los que alertan de los peligros de la contaminación con los marxistas, por ser unos y otros "enemigos de la libertad". También se burló del cambio climático y frivolizó con sus consecuencias: "Es un problema que quizá, o quizá no, tendrán nuestros tataranietos". Así, con cuatro frases, enmendó la plana a los más de 3.000 científicos que concluyeron en la ONU que el cambio climático es un hecho y que debe atribuirse a las emisiones de origen humano. Las críticas a las doctrinas ecologistas son legítimas, pero es censurable que, para combatir el supuesto fundamentalismo que denuncia, Aznar eche mano de un fundamentalismo no menor cuando desacredita y escarnia a quienes no piensan como él, y en nombre de la libertad supuestamente amenazada, les destierre al infierno de los dictadores.