El presidente del Gobierno español, José María Aznar, también manejó el documento confidencial que el Ejecutivo británico de Tony Blair habría manipulado para magnificar la capacidad del régimen de Sadam Husein de disponer de armas de destrucción masiva que podrían ser activadas "en 45 minutos". El servicio de espionaje español (CNI), consultado sobre ese polémico informe, advirtió al presidente de que podía contener ciertas exageraciones. Aquella valoración coincide plenamente con la que el biólogo experto en armas químicas David Kelly reveló a dos periodistas de la televisión pública BBC, tal como ha salido a relucir en el proceso judicial abierto en Londres tras el aparente suicidio del reputado especialista en arsenales iraquís.

Es cierto que Aznar nunca citó en público ese informe. Pero también es una lástima que se haya negado reiteradamente a explicarlo en el Congreso. Hoy por hoy, nada altera la sustancia y exactitud de la información según la cual el doctor Kelly emitió algo más que reservas sobre la presentación final del informe oficial que sirvió a Blair para entrar en guerra. Lo demás son ganas de enredar y de utilizar el ventilador para tratar de no perder en casa la guerra que aparentemente se ha ganado en Irak.