WAw propósito de los incidentes en la frontera de Melilla, a Mohamed VI, rey de Marruecos, cabría decirle lo que le contestó el embajador británico a aquel ministro de Gobernación franquista que le ofrecía protección para contener la manifestación que gritaba ante la embajada "¡Gibraltar, español!": "Me basta con que no me envíe más manifestantes". Pero, como el PP no tiene la flema de los embajadores británicos, se ha dedicado a enredar enviando a Melilla primero al vicesecretario González Pons y después al expresidente Aznar.

El martes, Pons acusó al Gobierno de "abandono" y se presentó como portavoz de todos los españoles para decirles a los melillenses que "España está con ellos". Ayer, por sorpresa y sin viento de Levante, Aznar, recordando sus hazañas como héroe de Perejil, acudió a Melilla, a la que no había viajado en sus ocho años de presidente del Gobierno, para hablar de "dejadez" y "apoyar" a las autoridades y a las fuerzas de seguridad.

Esta contradicción --viajar presuroso a Melilla y no haberlo hecho en sus dos mandatos, en los que hubo numerosos episodios de tensión con Marruecos-- no pasó inadvertida al Ejecutivo que, por boca de José Blanco, acusó a Aznar de "deslealtad" a España y al Gobierno, al que no informó de la visita, y de actuar como un presidente no democrático.

Lástima que la insufrible demagogia del PP, lanzado al todo vale contra Rodríguez Zapatero, se vio empañada por el hecho de que cuando Aznar llegó a Melilla los activistas marroquís habían ya desactivado el boicot al paso por la frontera de mercancías y la huelga de las mujeres marroquís que trabajan en la ciudad española. Este giro en las protestas demuestra que el origen del conflicto no está en Melilla, sino en Rabat. Y es a la capital de Marruecos donde hay que viajar para apaciguar los ánimos y no a Melilla.

La guinda al desaguisado la puso ayer el mismísimo presidente del Partido Popular, Mariano Rajoy, quien defendió el ´paseo´ de Aznar, dado que entiende que el Gobierno es "débil" y ha "abdicado" de sus responsabilidades con la ciudad de Melilla en el conflicto que ha tenido lugar durante estos últimos días en la frontera con Marruecos.

En este contexto, el problema de fondo en las relaciones España-Marruecos es, entre otros, no hay que olvidarlo, el contencioso de Ceuta y Melilla. Para contenerlo, que no resolverlo, Madrid debe actuar con inteligencia y con mano izquierda, esforzándose por mantener unas buenas relaciones en todos los ámbitos. Esta política, mal que le pese al PP, que recurriría a la primera al exabrupto y al enfrentamiento, da a la larga muchos más frutos.