Escritor

Las relaciones con Francia y con Alemania del presidente del Gobierno no son buenas. A mí me parece, incluso, que son pésimas, por las aznarinas que lanza el señor Aznar. Nunca se ha hablado de la aznarina, pero ésta es una forma de expresar lo que más le fastidia a este hombre: que no se lo tomen en serio. Ese es el gran trauma y la gran llaga de su gobierno, dado que sólo se lo han tomado en serio los frailes de Silos y los viejos con proceso de deterioro cerebral. La frase del jefe del Gobierno alemán es sonrojante cuando dice: "Es bonito crecer gracias al dinero alemán, porque en definitiva el desajuste alemán es debido al ajuste hispano de Rato." Hay que tener en cuenta que gran parte de las ayudas de Europa son producidas por los déficits alemanes. O sea, que encima que no te tomen en serio, das origen a las aznarinas, que son frases de bocadillo incrustadas en las aznaradas, donde todo lo que no es el PP no es bueno y hace daño y da pena y acabas por llorar como en las noches de ronda.

Y la respuesta de Chirac, un hombre que no se va a poner ahora en duda su derechismo, refiriéndose a la "constitución cristiana" de Aznar es definitiva cuando dice: "No somos partidarios en Francia de ponerle coletillas religiosas a las constituciones, pero esto sin dejar de reconocer las raíces cristianas de la sociedad europea". Son dos formas de ver la misma cosa, pero desde perspectivas distintas, desde dos civilizaciones también distintas, entre otras razones porque en Francia el Frente Popular no fue demonizado como aquí, que el chiste de Peridis de nuestro telonero diciendo que la resistencia también es terrorismo, me parece genial.

Es raro no encontrar algo todos los días que nos recuerde que nuestra involución es imparable. Y otra cosa: estamos en horas bajas, muy bajas. El criminal atentado de la ministra de Asuntos Exteriores sueca es demoledor, pero la respuesta sueca en el referéndum debiera hacernos pensar que la que está demonizada ahora es la Europa del euro. Producimos también terror, señor Aznar. Por lo menos es lo que se desprende de esa votación que nos ha dejado helados. A mí, la verdad, es que me reconforta. Votar euro en Suecia es perder calidad democrática. Y eso lo ensalzamos aquí y ahora.