Es un lugar común decir que Badajoz sufre un urbanismo caótico. En las nuevas barriadas, las calles y avenidas no parecen acabadas debido a que los solares se interponen entre los edificios. Y los solares no constituyen únicamente un problema de estética, sino de seguridad para los vecinos. Porque lo más corriente es que se encuentren abandonados; de que nadie se responsabilice de ellos; de que allí se acumulen la basura y los pastos como si fuera un barbecho. Y de que, muy frecuentemente, ardan y provoquen una situación de peligro para todos. El asunto tiene su enjundia porque, según la oposición municipal, en la capital pacense hay 2.000 solares sin edificar. Es decir, 2.000 potenciales focos de fuego en esta época del año.

Ahora, el Ayuntamiento se ha decidido a sancionar a los dueños de los solares abandonados. Loable iniciativa. Pero mucho más lo hubiera sido si se hubiera hecho mucho tiempo atrás. Ahora habría una disciplina urbanística en la conservación de los solares --por cierto, ¿por qué hay algunos que llevan años y no se edifica en ellos?-- y no el abandono que se aprecia. La ley hay que cumplirla; con mayor rigor tienen que hacerlo las administraciones. Si no dan ellas ejemplo, es difícil exigir su cumplimiento a los demás.