De luto están las dos Españas, aunque una mitad le da la espalda a la otra, irreconciliables. Sin diálogo ni palabras ni verbos en el diccionario que no tengan las acepciones de dañar, zaherir, mofar, etcétera. Así, desde que la historia entró en el cauce de un río tumultuoso: la Edad Contemporánea. Estos días se ha bailado sobre un charco de sangre. Y como si no hubiera pasado nada. No es que necesitemos padres políticos protectores dándonos golpes cariñosos en la espalda, es que no sabemos en qué manos depositar el futuro. España dejó de ser esa camisa blanca de la esperanza hace muchos años. Ahora está hecha jirones, destrozada. Y aunque algunos olviden que bailan con luto, los que tenemos el corazón y la razón negros de duelo, no lo olvidaremos. JUAN P. LAVADO ROMERO Mérida