Bailar con tres es muy complicado, y el consenso, imposible". La frase es de Cristina Teniente, portavoz del PP en la Asamblea y quien ha llevado las negociaciones con el Gobierno acerca de los Presupuestos. La declaración viene a lapidar lo que parecía una posibilidad hace sólo una semana, que las cuentas de Vara iban a pasar el trámite del Parlamento con la abstención de la oposición en bloque. O sólo conmigo o sin mí, es el eslogan enfatizado de los últimos días tanto de los populares como de Podemos, lo que complica las opciones de un gobierno en minoría que sabe que se juega tanto llevar a cabo su programa, como su propia estabilidad parlamentaria.

La próxima semana va a ser clave. Vara se apresuró a fijar una fecha para enviar las cuentas al Parlamento, el martes 16 de febrero, cuando todavía ni el PP ni Podemos han decidido su posición, sólo que no están dispuestos a consentir un 'baile de salón' con más de un participante. La presión del Gobierno es una buena estrategia, con más gas siempre se cocinará más rápido un hipotético acuerdo, pero es aconsejable medir muy bien los tiempos; pasarse de presión puede conllevar que la olla acabe explotando y se eche a perder todo lo andado.

Podemos decide hoy domingo si presenta o no enmienda a la totalidad, un dilema que no sólo afecta al Presupuesto en sí mismo, sino a sus consecuencias. Los líderes de la formación son conscientes de que si bloquean las cuentas, los populares podrán coger la delantera en su relación preferente con el Gobierno, pero de no hacerlo el desgaste podrá ser importante al pasar a ser nuevamente el sostén del PSOE teniendo que responsabilizarse de todo lo que venga después. Un argumento perfecto para que el PP recupere el discurso del 'tripartito'.

Los dirigentes populares, por su parte, quieren jugar un papel responsable como principal partido de la oposición pactando un presupuesto que no es el suyo. Pero también saben que llegando a un acuerdo con el PSOE lograrán volver al tablero de la política regional relegando a Podemos a un papel secundario. Por eso no quieren ahora un acuerdo a tres bandas --o a cuatro si se suma Ciudadanos--, ese escenario sólo favorecería a un Vara centrista capaz de negociar con todo el mundo y no computaría en el asiento del resto. Van a exigir que se moje, pero jugando muy bien sus cartas dado que cabe la posibilidad de que el presidente cambie de pareja si la pista de baile contraria resulta más apetecible.

Cuando se pregunta dentro de las diferentes formaciones qué va a pasar en los próximos días, todo el mundo se encoge de hombros: "Cualquier cosa", es la respuesta común, incluso en el seno del propio gobierno, aunque éste empieza a asumir que va a tener que decantarse por uno u otro interlocutor negando el paso al contrario. Su estrategia de negociar con todos a la vez y en el mismo nivel ha funcionado en algo: Ha hecho reaccionar a Podemos, quien ha cambiado hasta de interlocutor en la negociación, del líder Alvaro Jaén a la diputada Jara Romero, para acercar posiciones con una consejera de Hacienda, Pilar Blanco-Morales, que no se entendía con el primero. Pero por el contrario se ha encontrado algo inesperado: que las exigencias del PP resultan más asumibles que las de Podemos, en cuyo caso plantean actuaciones imposibles para el marco financiero en el que se encuentra Extremadura.

¿Y ahora qué? El PSOE internamente no quiere a Podemos, quien hay que recordar se atrave a darle lecciones de izquierda constantemente, pero mucho menos al PP, quien se las hizo pasar canutas hace apenas ocho meses cuando pactaba casi todo con Izquierda Unida. Debe elegir entre lo malo y lo peor, por decirlo de algún modo. Hacerlo con ambos o con ninguno como pretendía ya es imposible. En sólo dos días se despejarán las dudas, si bien hoy ya sabremos algo cuando Podemos diga qué va a hacer. De esta decisión resulta que va a depender casi todo lo demás.