WEwl pasado domingo, este periódico informaba de que la agricultura ecológica en la región está cayendo. Aunque Extremadura es la segunda autonomía en superficie dedicada a ese tipo de producción agrícola y ganadera, en los últimos cuatro años la extensión dedicada a la agricultura ecológica se ha reducido casi un 50%; los productores han pasado de los más de 7.000 que había en 2001 a los poco más de 4.600 que hay ahora, y las explotaciones ganaderas, después de vivir el mejor año en el 2002, cuando había 901, se han desplomado, de modo que el año pasado se cerró con apenas 276. La crisis de la agricultura ecológica no parece estar en el mercado, puesto que los consumidores interesados en los productos ecológicos son cada vez más y en otras autonomías es un sector en crecimiento (Andalucía triplicó la superficie cultivada en el mismo periodo en que en Extremadura se reducía a la mitad); tampoco en la falta de atención por parte de las administraciones. Más bien parece un asunto que tiene que ver con la caducidad de las subvenciones, que se percibían durante cinco años para. Si así fuera, sería un mal síntoma porque vendría a apuntalar la idea de que son las ayudas públicas y no el interés empresarial el que mueve muchas iniciativas de este tipo.