Si aceptamos, como defienden los estadistas, los expertos en la materia y la propia banca, que el sistema financiero es uno de los pilares de la economía de mercado y que sin él es inviable el actual modelo económico, también debemos aceptar que el sistema financiero no puede tomar medidas que sólo vayan encaminadas a garantizar su éxito, sin tener en cuenta que uno de sus fines primordiales debe ser garantizar el sistema de la economía de mercado, en el que está basado gran parte del estado del bienestar ciudadano.

Podemos asegurar que el sistema financiero puede tomar, y de hecho toma, decisiones que son buenas para él pero nocivas para la economía real. La actual crisis financiera, sin ir más lejos, tiene en la propia banca a uno de los máximos responsables aunque no el único.

Alguien del sector financiero nos podría indicar que ellos son independientes y se dedican a su negocio. Pero, en opinión de Iniciativa+1, esto choca frontalmente con el axioma inicial de que el sistema financiero es la base de la economía y que por tanto no tiene, o no debería tener, la autonomía suficiente como para llevarnos de la mano a una crisis financiera mundial o recortarnos el crédito y, por lo tanto, asfixiar a la economía real cuando sus intereses se tornan hacia otros focos de atención.

Si cuando un banco caja tiene problemas de liquidez o, peor aún, cuando una entidad financiera se enfrenta a una situación de quiebra, el Estado y las finanzas públicas intervienen con el objetivo de garantizar la solvencia de la entidad (cosa que, por cierto, no hacen con ningún otro sector), queremos entender que lo hace, no por salvar la entidad financiera, ni mejorar los ratios de la misma, sino por las consecuencias que se derivarían en la economía real. Por ello no podemos entender que después de haber realizado un gran esfuerzo público en inyectar liquidez en el sistema financiero, nos encontremos con un estrangulamiento de la economía por la escasez de crédito a las empresas y familias. Y menos aún que cuando hablamos con los responsables de la banca sus argumentos expresen de manera directa su independencia de la situación actual y su falta de compromiso con la solución de los problemas. Si el sector financiero hubiera obtenido la misma respuesta que hoy reciben los ciudadanos cuando van a solicitar un crédito, gran parte del sistema estaría con graves problemas de subsistencia.

Descendiendo a casos concretos, no entendemos por qué, por ejemplo, ahora se le niega un préstamo de 100.000 euros a una empresa de quesos que tiene garantizada la venta de su producción pero que precisa de la liquidez suficiente para realizar la operación. O por qué no se descuenta el papel de un servicio u obra ejecutado para alguna Administración Pública, o por qué no se financia un edificio que está vendido en su totalidad, o por qué sólo se presta dinero a los que aportan tres veces la garantía de lo prestado, o por qué no se renuevan pólizas de crédito o líneas de avales ya concedidos con anterioridad. Si la respuesta a todas estas preguntas, y otras infinitas más, es que no interesa a la entidad financiera por el resultado económico de las mismas, quizá debiéramos replantearnos si se debe o no ayudar al sistema financiero o si es más correcto intervenir en la creación de mecanismos que ayuden a la situación económica de las empresas y familias, ya que son éstas y no el sector financiero en si mismo el que justifica las ayudas públicas que se han concedido a la banca.

En nuestra opinión esta es una posición cómoda y garantista que no va con los tiempos, salvo que, como decíamos antes, se esté pensando sólo en el negocio de la banca y no en la economía real. Desde Iniciativa+1 somos plenamente conscientes de lo delicado del momento, y no queremos simplificar las cosas, conocemos la concentración del riesgo, el aumento de la morosidad, la dificultad del acceso a la financiación mayorista, el Rating, el excesivo numero de oficinas tras la reconversión, la normativa de Basilea y la omnipresente reestructuración bancaria, pero ¿hasta cuándo seguirá el sector obteniendo pasivos y no colocándolos en la economía real? ¿Cuándo se producirá un punto de inflexión y tendremos una banca valiente, (que no atrevida), y sobre todo responsable con la tarea que le corresponde asumir?

¿Debemos permanecer impasibles observando cómo la economía de nuestro país se va deteriorando y sobre esas cenizas ver resurgir, eso sí, una gran banca que presuma de ostentar los primeros puestos y los mejores resultados económicos?

Queremos no obstante agradecer los esfuerzos que las cajas de ahorros de nuestro país están haciendo en su proceso de reestructuración y animarles a que no se dejen fagocitar por el sistema financiero en aras de mantener una dependencia con órganos de poder que no sólo tomen decisiones encaminadas a la cuenta de resultados. ¿O es que las decisiones que toman consejeros nada independientes son mejores y más adecuadas para la economía real que las que toman consejeros relacionados con la política, sea ésta del signo que sea?

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