WPwocos premios Nobel de la Paz pueden haber despertado simpatías más unánimes que el concedido al economista bangladesí Muhammad Yunus, creador del Grameen Bank, dedicado a conceder microcréditos a las capas más pobres de la población. No solo porque su iniciativa ha cambiado la vida a millones de personas, sino porque se ha extendido por el planeta, incluidos países desarrollados. Y ha tenido, de manera especial, un efecto liberador para millones de mujeres sometidas a la doble esclavitud de la tradición y de la pobreza. El 96% de los 6,6 millones de clientes del banco de Yunus son mujeres que han logrado emanciparse gracias a los microcréditos y han hecho rentables pequeñas explotaciones agrarias o el comercio artesanal, atados durante generaciones a la servidumbre de la usura, muy extendida en países pobres como Bangladés, donde la renta per cápita es inferior a un dólar diario. Frente a la prédica neoliberal, que niega la relación entre pobreza y violencia, entre las bolsas de miseria y los iluminados de la bomba, la Fundación Nobel ha distinguido a Yunus con el premio justamente porque estima que una paz duradera no es posible sin acabar antes con la postración de una parte sustancial del género humano. A diferencia de los deterministas que presentan la pobreza como un mal universal, el banquero de los pobres se ha prodigado en declaraciones para desmentir que la pobreza es una fatalidad histórica insuperable. Si a ello se añade que Yunus es un eminente representante del orbe musulmán el premio cobra aún mayor repercusión.