El mundo está lleno de banderas. Cada pueblo, cada ciudad, cada provincia, cada autonomía, cada país, tiene su bandera. Recuerdas que cuando eras escolar tenías un pequeño diccionario en cuyas páginas centrales se mostraban todas las banderas de los cinco continentes. A menudo te abstraías mirando aquella bonita colección de rectangulitos policromos.

En principio todas las banderas son símbolos inocuos. Idearlas, exhibirlas o mirarlas no debería traer consecuencias negativas para nadie. Pero muchas veces por desgracia no es así. La ofensa, la hostilidad, la intolerancia, la discordia, llegan a través de las banderas.

En España, durante los cuarenta años trascurridos de democracia, dos banderas, la rojigualda constitucional y la amarilla, roja y morada republicana han dividido a parte de los españoles. La otra parte, en la que te incluyes, sois esos que pensáis que las banderas ni se comen, ni se beben, aunque en algunos casos se les da más importancia que al pan y al agua; e incluso que al jamón y al vino.

LA BANDERA rojigualda se ha convertido en un instrumento utilizado por muchos españoles para exhibir su exacerbado españolismo, y la muestran en todas partes y a todas horas. Cuando para ser buen español es suficiente con tener la nacionalidad española, no defraudar a Hacienda, cumplir las leyes y pagar tus impuestos en España. Por otro lado, los nostálgicos de la República cuestionan la actual democracia monárquica ondeando la bandera tricolor que en su día representó a la República, algo que, para empeorar las cosas, suele encrespar a los nostálgicos de la Dictadura Franquista, quienes, paradójicamente, también cuestionan la actual democracia mostrando su bandera anticonstitucional.

En Cataluña, la senyera y la estelada se están utilizando como armas arrojadizas entre los catalanes constitucionalistas e independentistas.

En fin, que para muchos ciudadanos una bandera tiene un apreciado valor, pero seguro que a cualquier persona en situación precaria le es indiferente la bandera que le represente. Porque, como dices, las banderas ni se comen ni se beben.