WLw a invocación de la esperanza, la fuerza de la unidad, la iniciativa de los individuos y la intervención del Estado para superar la crisis económica enmarcaron ayer el discurso de inicio de mandato del presidente Barack Obama. Ante un mundo preso de la expectación que ha conseguido levantar y al mismo tiempo zarandeado por la quiebra financiera y la falta de liderazgo, el nuevo inquilino de la Casa Blanca cumplió con la práctica habitual en las tomas de posesión: formular ideas generales, líneas maestras, sin entrar en concreciones ni detallar medidas. Ni la multitud reunida en Washington, y que había llegado desde todos los puntos de la Unión convencida de estar viviendo un momento histórico, esperaba escuchar más de las primeras palabras del presidente ni los estrategas de la Administración entrante quisieron ir más allá.

Aun así, un par de referencias a las razones de la crisis --"la irresponsabilidad de algunos"-- y a quienes la promovieron --"lo que los cínicos no entienden es que se les ha movido la tierra bajos los pies"-- aportaron tantas pistas sobre cómo afrontará Obama el problema como la sucinta enumeración de actuaciones que, en línea con lo esperado, configuran el llamado ´new new deal´. Es decir, la recuperación del papel del Estado como agente inversor y regulador de la economía que debe poner coto al riesgo de que el mercado se escape de las manos. Una alternativa propia de un reformador social moderado que, además de perseguir el saneamiento de los balances, es consciente de que es preciso dotar al país de un sistema sanitario digno, contener la degradación del medioambiente y dejar a un lado lo que denominó como los "intereses estrechos".

Para los partidarios de la acción desde el primer minuto, las poquísimas referencias explícitas a los grandes retos que le aguardan en política exterior --la paz en Oriente Medio y Afganistán, la concertación con los países musulmanes, la cooperación internacional-- debió de ser especialmente decepcionante. Pero ni el lugar ni el auditorio eran los adecuados para empeñar la palabra en la gestión de los grandes e inmediatos asuntos que le aguardan desde hoy mismo: de Gaza a Irán y de Irak a las relaciones con Rusia.

Más satisfechos debieron quedar los que esperaban un compromiso de Obama con la recuperación de las grandes tradiciones republicanas. Al rechazar como falsa la alternativa entre seguridad e ideales, entroncó con los padres fundadores, recordó sin mencionarla la ignominia de Guantánamo --otro asunto que reclama su agenda inmediata-- y reiteró implícitamente su oposición a los procedimientos más inconfesables en la lucha contra el terrorismo. Materias todas ellas que le granjearon el apoyo de la América liberal que en noviembre pasado contribuyó decisivamente a su victoria.