El giro que ha adoptado la política norteamericana desde el acceso al poder de Barack Obama ha llegado a Moscú. El presidente de EEUU y su homólogo ruso, Dmitri Medvedev, pactaron una reducción de un tercio de sus arsenales nucleares en siete años, dentro del marco de un nuevo acuerdo de desarme que sustituirá al START que expira el 5 de diciembre próximo. Esta reducción significaría situar el número de cabezas nucleares entre 1.500 y 1.675, y los vehículos capaces de transportarlas entre 500 y 1.100.

Aunque las cifras son contradictorias según el modo de contar los arsenales, EEUU declaró en abril que poseía 5.576 cabezas nucleares, y Rusia, 3.909. El tratado vigente fija, por su parte, unos límites de 2.200 cabezas nucleares y de 1.600 vectores. Una mengua en los arsenales, aunque lejos de la situación ideal, que sería la destrucción total de la fuerza nuclear de cada una de las dos superpotencias protagonistas de la guerra fría.

Pero más que unas cifras mareantes que, como decimos, no acaban con la amenaza nuclear por mucho que se reduzcan, lo que importa en estos momentos es el nuevo diálogo emprendido por la ya única superpotencia y su antaño enemiga y todavía hoy potencia nuclear. Las relaciones se deterioraron hasta tal punto en el segundo mandato de George W. Bush que el único acuerdo armamentístico entre el predecesor de Obama y Vladimir Putin data del año 2002. Fue firmado en Moscú y fijó el tope de ojivas nucleares entre 1.700 y 2.200, pero sin abordar para nada el número de misiles.

Ahora, la llegada de Obama ha permitido la reanudación del clima de distensión, y no solamente en la reducción de las armas nucleares. Washington y Moscú volverán a colaborar en actividades militares comunes, como maniobras conjuntas, suspendidas desde el verano del 2008 con motivo del conflicto bélico surgido a raíz de la invasión de Georgia por Rusia.

Más importante aún, aunque menos llamativo y relevante para los cronistas de las relaciones internacionales, es el acuerdo que permitirá el paso a través de Rusia de armas y tropas estadounidenses --4.500 vuelos al año-- destinadas a combatir a los talibanes en Afganistán. Washington se asegura así nuevas vías de suministro para sortear los ataques en Pakistán, mientras que a Rusia le interesa cortar una posible extensión del radicalismo islamista en Asia Central.

En el único punto que no ha habido acuerdo --el escudo antimisiles--, los dos países han encargado al menos un análisis conjunto de expertos. En este apartado, el acuerdo no parece cercano porque es muy difícil que EEUU convenza a Rusia de que el despliegue de radares en la República Checa y de interceptores en Polonia no constituye una amenaza para Moscú.