Después del accidente de Barajas se ha impuesto desde arriba la consigna de tranquilizar a la gente. "Todo está bajo control, ningún avión despega sin cumplir toda la Normativa". La realidad es bien distinta porque la guerra de precios, los vuelos de bajo coste no dan margen económico para hacer las revisiones necesarias a los aviones, revisiones que son carísimas y es ahí donde únicamente pueden ahorrar costes las compañías aéreas. Y esto es así, y seguirá siendo así mientras dos y dos sean cuatro. La industria del turismo tiene un gran peso, por lo que sin duda está influyendo en la operación de maquillaje ("todo está bajo control") que contemplamos y que se basa en la técnica de atiborrarnos de información hasta llegar a embotar la mente. ¡Qué nadie renuncie a volar! De lo contrario ¡menudo colapso para la aviación y para las cadenas hoteleras (encima de la crisis)! Con esta actitud de salvar el presente , ya de por sí difícil, seguiremos volando en condiciones de riesgo. ¿La solución? Que el Estado ordene unas tarifas mínimas, calculadas de modo que permitan realizar el mantenimiento preciso de las aeronaves y después, mano de hierro para exigir su cumplimiento. Los vuelos de bajo coste, fruto de la guerra de precios, están claramente en dumping con daño, no para el equilibrio comercial, sino para la vida. Al establecer tarifas mínimas subirá necesariamente el precio de los paquetes turísticos y viajará menos gente, pero viajará segura. ¿Estamos dispuestos a pagar o no? Esta es la gran pregunta, el fondo de todas las discusiones, el tema único a debatir. La seguridad nunca puede ser barata.

Miguel Soto Pardo **

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