Javier Bardem nos promete de nuevo varias semanas de emoción y de estímulo de ese orgullo patrio tontorrón que se nos sube a la cabeza cuando uno de los nuestros seduce a muchos de los otros. Quienes han visto No country for old men , la película de los hermanos Coen con la que aspira al Oscar de Hollywood como mejor actor de reparto, dicen que la cinta gana enteros cada vez que él aparece en una secuencia. No me extraña. No la he visto todavía, pero no dudo de su talento y de su capacidad artística, y además no es de ella de la que quiero hablar. Porque es difícil discutir que es un actor inmenso, que mejora con el paso del tiempo, que ya nos ha regalado muchos momentos emocionantes en la pantalla y está en edad y en posición de regalarnos muchos más. Pertenece, además, a una estirpe de artistas de esas que en EEUU, donde consideran a las estrellas del cine su aristocracia, serían motivo de orgullo indiscutible para todos los ciudadanos. Pero Javier Bardem es además una persona comprometida con un punto de vista sobre la vida, que no debe nada a nadie y expresa sus opiniones con la libertad que da creerse en un mundo libre. Compartí con él la preparación del especial que TVE hizo sobre Invisibles , la película que produjo para Médicos sin Fronteras sobre las tragedias olvidadas por esta parte del mundo que cifra toda su angustia en las vaivenes de las cotizaciones de la bolsa. Me resultó serio, sobrio, entregado, profesional y tremendamente generoso. Interesado e impactado por las historias de los niños soldados de Uganda, las víctimas de la violencia en Colombia, la enfermedad del sueño en Africa y la de Chagas en Bolivia, o el acoso a las mujeres en el Congo. Sus opiniones políticas son tan legítimas y discutibles como las de cualquiera. Pero reducir a un artista de sus dimensiones a la caricatura que algunos difunden de él por decir en voz alta lo que piensa nos empobrece como país y dice mucho del terreno que hemos perdido en tolerancia y respeto al discrepante. Por mi parte, voy a dejar que el orgullo patrio tontorrón se me suba adonde quiera hasta la ceremonia de entrega de los Oscar.