Barrado al PP le tocó gobernar tras las últimas municipales. Yo esperaba que una de las primeras medidas sería empezar a plantar árboles, para colaborar con la propuesta de Mariano Rajoy en campaña (millones de árboles más, dijo). Pero en vacaciones de Semana Santa me llevé un gran disgusto. Los dos grandes árboles que adornaban y daban sombra al patio escolar habían sido cortados sin piedad. Debajo de esos dos hermosos ejemplares de cinamomos hemos jugado varias decenas de promociones de alumnos. Jugábamos al fútbol sin porterías, a la comba, al calvo, a tirarnos las bayas que se descolgaban de sus ramas cada temporada.

Se me escapa el porqué de la drástica decisión de aplicar el hacha sin contemplaciones. Esos árboles nunca dieron problemas. No recuerdo que alguien se haya resbalado y sufrido algún accidente de gravedad con las bolas caídas en el suelo. En todo caso, ¿no sería más sensato barrerlas que cortar por lo sano?

No sólo las iglesias, las fuentes, las casas o las plazas son parte de patrimonio de los pueblos. También contamos con un patrimonio natural que adorna nuestra historia y que impide, por ejemplo, que se tale el castaño que la judía Ana Frank mencionaba en su diario desde su encierro en Amsterdam, o que se maten árboles centenarios que acompañan desde siglos nuestras calles. Estos dos cinamomos ya no podrán contar más años entre sus anillos, pero muchos alumnos que pudimos jugar bajo la sombra que proyectaban los tendremos siempre en la memoria. Muchos echaremos en falta sus bolitas y, desde luego por ahora, los estudiantes no podrán disfrutar del paso de las estaciones por sus ramas a través de las ventanas de la escuela.

Carmen Morán Breña **

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