Es imposible salir de esta crisis con políticas indoloras y con paños calientes. Ha llegado el momento de pasar de las palabras a los hechos, de apostar por medidas capaces de reactivar la economía, de anteponer los intereses generales a cualquier otra consideración.

El déficit público en España crece como una bola de nieve, algo que hay que controlar debidamente para evitar que degenere en un alud. Para ello es preciso enfrentarse con la realidad, aún a sabiendas de que cualquier iniciativa provocará inevitablemente algún daño colateral.

Lo prioritario ahora es acometer reformas de carácter general, junto a un plan de austeridad que reduzca el gasto público y que incremente la recaudación para poder hacer frente a la cobertura por el desempleo. El IVA es una medicina amarga pero eficaz, su subida podría retraer en el corto plazo el consumo y la actividad, o potenciar la economía sumergida, con lo que el PIB pudiera caer algunas décimas. Nada que no se corrija con el tiempo. Ya que no hay peor medida que aquella que no se quiere tomar.

Los países en situación similar han apostado por este incremento impositivo. España tiene recorrido para subir el IVA ya que existe un diferencial a su favor, al estar este impuesto por debajo del promedio de la UE. A lo que hay que añadir que esta recaudación recaerá íntegramente sobre las arcas de Estado y no sobre las comunidades autónomas, tampoco repercutirá negativamente sobre una inflación que está controlada, ni afectará negativamente a la competitividad de las empresas ya que éstas se limitarán a repercutir este gravamen.

Una rebaja impositiva equivaldría a recaudar menos y consecuentemente a seguir por la senda del endeudamiento, y esto en modo alguno serviría para reactivar el consumo, ya que en tiempos de crisis, las familias, movidas por la incertidumbre, aprovechan cualquier excedente para destinarlo al ahorro. Con lo que nuestra economía quedaría débil y al pie de los caballos de los movimientos especulativos.

Parece que toda la política económica gravita ahora íntegramente sobre el IVA, cuando se trata de una medida aislada, a la que se pretende aplicar un mínimo incremento porcentual que debiera haberse realizado hace ya tiempo, olvidándonos de existen cuestiones de mayor trascendencia como: la reforma financiera, la laboral o la del sistema de pensiones.

Subir los impuestos no es un despropósito, ni algo progresista o conservador, se trata simplemente de aplicar recetas propias de la economía doméstica, que ante situaciones complicadas, ahorra y trata de hacer caja para protegerse contra una posible eventualidad. Lo que no es de recibo es demonizar cualquier intento reformador o plantear una cruzada contra medidas que, por impopulares que sean, están llamadas a sacarnos de este atolladero.