WEw l tiempo corre demasiado deprisa para la izquierda aberzale. A cuatro meses de unas elecciones municipales que considera, con motivo, trascendentales para su devenir político, la resistencia de ETA a anunciar su disolución lastra de forma decisiva la capacidad de movimiento de Batasuna y su entorno. La situación es clara: el mundo batasuna no se atreve a condenar rotunda y frontalmente a la banda terrorista, aunque de forma creciente abjura de la violencia, y ETA no ha dado el paso definitivo hacia el haraquiri que los ciudadanos y el Estado democrático le demandan. Si ninguna de estas dos opciones toma cuerpo de forma inequívoca, la izquierda aberzale no podrá presentarse a los comicios del 22 de mayo.

El discurso oficial del entorno radical es que, tras el comunicado etarra del pasado lunes, corresponde actuar al Gobierno. Pero Arnaldo Otegi y el resto de dirigentes aberzales saben que la llave para desbloquear el proceso está exclusivamente en manos de ETA. Por eso es la propia izquierda radical vasca, necesitada como nunca de tener un lugar en el sol político del posterrorismo, la más interesada en la oficialización del final de la banda. Sin embargo, ya empieza a temer que no podrá estar presente con identidad propia en la cita de mayo y ha buscado un acuerdo político con Eusko Alkartasuna para no perder protagonismo. La prueba del nueve de la sinceridad de la fuerza sucesora de Batasuna la tendremos si mantiene la apuesta por las vías pacíficas aun en el caso de no poder presentar listas el 22-M.