El mundo del ciclismo vuelve a estar sacudido por la sombra del dopaje. El hallazgo de un positivo por clembuterol en Alberto Contador coloca de nuevo a este deporte ante el abismo del desprestigio y de la falta de credibilidad, mortales para cualquier disciplina deportiva. Contador ha dado unas explicaciones que suenan creíbles sobre el hallazgo de clembuterol en su organismo, pero es cierto que otros deportistas habían recurrido antes a la contaminación alimentaria para negar un dopaje. Son más reveladores y decisivos aún otros dos datos: la ínfima cantidad hallada, 50 picogramos (0,00000000005 gramos por mililitro de orina), cuando son necesarios 2.000 picogramos para que los laboratorios habituales detecten el dopaje, y el hecho de que el clembuterol solo se descubriera en un control, cuando Contador era sometido a análisis diarios por ser líder, y desapareciera totalmente a los dos días.

Que la UCI y la Agencia Mundial Antidopaje precisen de más investigaciones para confirmar o no el dopaje es motivo para creer en la presunción de inocencia de Contador, que tiene derecho a ser defendido, pero no porque sea español, algunos se apresuran a ver ya el horizonte poblado de campañas antiespañolas, sino porque es inocente mientras no se demuestre lo contrario. La lacra del dopaje se agrava por falta de independencia de los organismos, por un nacionalismo estúpido y por el uso de los positivos como arma arrojadiza.