WLw a Europa financiera se ha pasado la última semana conteniendo la respiración a la espera de que Estados Unidos aprobara el plan de rescate de los activos tóxicos de Wall Street y de que ningún gran banco o ninguna aseguradora más dieran síntomas de debilidad a este lado del Atlántico. En ese contexto "de extrema incertidumbre", como lo calificó ayer el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Jean Claude Trichet, era poco probable --y máxime cuando nada se ha decidido en EE UU todavía, a pesar del voto favorable del Senado al rescate que propone Bush-- que se produjera una bajada de tipos de interés en la eurozona. En efecto, el índice de referencia siguió ayer anclado en el 4,25%, pese a que la inflación en los países de la Unión Europea ha iniciado un esperanzador rumbo descendente.

El BCE, cuyo objetivo prioritario es controlar la estabilidad de los precios, entiende que todavía no ha llegado el momento de dar un respiro a la pachucha economía europea con un abaratamiento del dinero, por más que la factura del petróleo --el principal factor inflacionista-- esté lejos de los récords marcados en la primera quincena de julio, cuando el barril de Brent alcanzó en los mercados internacionales una cotización de 147 dólares (hoy está en torno a los 91 dólares y algunos países de la OPEP lo sitúan en torno a los 85 dólares en un futuro no muy lejano). Sin embargo, Trichet dio a entender ayer que es posible una próxima bajada de tipos al creer que los riesgos sobre la estabilidad de los precios "han disminuido algo". Se trata de una luz de esperanza para los millones de europeos que pagan cada vez más caras las hipotecas de interés variable referenciadas al euríbor, que ayer marcó un nuevo máximo, por encima del 5,5%.

Las presiones políticas sobre el BCE para que se abarate el dinero han sido crecientes, en un momento en el que los gobiernos se ven impotentes para combatir la contracción del consumo y las estrecheces de crédito. No ayuda a que Trichet escuche los argumentos de los gobiernos y obre en consencuencia el que los 27 miembros de la Unión Europea hayan vuelto a dar muestras de división en la forma de abordar el respaldo al sistema financiero. Desde que Irlanda decidió unilateralmente garantizar con fondos públicos la totalidad de los depósitos (desde España se aboga en aumentar el mínimo garantizado, situado en los 20.000 euros), se han levantado voces --especialmente en Londres-- para que toda la UE coordine sus planes de rescate de la banca y no se fomente una competencia entre bancos de distintos estados que puede acarrear nuevos problemas. Dirigentes europeos como Angela Merkel (Alemania) y Jan Peter Balkenende (Holanda) se han mostrado contrarios a la idea surgida en Francia de crear un fondo único europeo a imagen y semejanza del que el miércoles aprobó el Senado de EEUU.