Dramaturgo

La de broncas que me he llevado por romper los pantalones! Pues ahora viene Beckham, que cobra miles de millones, y le pagan por tener los pantalones rotos. Este mundo está al revés o al derecho, según se mire. Hay gentes con los pantalones rotos deseando tener unos pantalones nuevos y poder comer de vez en cuando, y hay otros, como Beckham, que además de comer cuando quiere, cobran por llevar rotos los pantalones. ¿Cómo se logra que miles de ciudadanos de renta baja se vuelvan histéricos y vitoreen a un ciudadano de renta altísima que, además, promete venderles unas camisetas a precio de oro, y enseña unos pantalones rotos? ¿Cómo es posible que unos ciudadanos se maravillen porque uno lleve rotos los pantalones y cuando ven a otro, a mí por ejemplo, con los pantalones no rotos, sino con un lamparón o arrugados únicamente, me llamen guarro? ¿Eso cómo puede ser?

La llegada de Beckham a Madrid ha sido como la del Papa pero sin la Niña Pastori. Más de quinientos periodistas de todo el mundo, menos Africa y Oceanía, lugares donde los pantalones rotos, sobre todo en Africa, no asombran a nadie, han pedido credenciales. Se ha alojado en una habitación de a trescientas mil pelas la noche, que debe ser más larga que las noches normales de los hostales, con una Spice Girl dentro, su esposa Victoria, y con un bar automático, jazzcusi (porque tiene un conjunto de jazz con los negros desnudos y tocando dentro para alegría de Victoria) y un hijo llamado Brooklin, que es como llamarle a un hijo Pardaleras (los hay horteras en todos sitios).

Le han hecho una ITV y dicen que está nuevo y muy sano (¡no te joroba!). Y a lo mejor hasta juega al fútbol y todo.