Historiador

Todos los años, por Navidad, veo en un sitio y otro de nuestra Extremadura representaciones de belenes vivientes. Son muchos los pueblos y barrios extremeños que escenifican el nacimiento del Niño, y no sólo como acto religioso, sino como muestra de trabajo conjunto y solidario.

Es muy difícil quedarse con uno como el mejor. No hay mejores; hay diferentes. Todo con profundo sentimiento y sencillez. Ilusionados y entrañables. Pero me van a permitir que destaque, como muestra y símbolo, a uno de ellos, al que estoy especialmente unido: el belén viviente del Gurugú, en Badajoz. Fueron muchos los años que ejercí de maestro de escuela en esa extraordinaria barriada de trabajadores y mis alumnos, sus padres, familiares, participaban, siguen participando, en la preparación y escenificación, ¡tantos amigos allí reunidos! Ellos sabían, hace un puñado de años, que su barrio era conceptuado con algunos tintes peyorativos en cierta parte de la ciudad, y se decidieron a dar esta muestra de unión, solidaria armonía, conjuntado trabajo en el que cientos de familias se implicaban como una muestra de su carácter ejemplar y generoso. Hoy son ejemplo que muchos han seguido y un referente para toda la ciudad, que les respeta y les admira. Porque el Gurugú es, desde luego, un barrio ejemplar: con unos movimientos asociativos envidiables, con una carga solidaria que pocos superan, con una disposición para afrontar problemas y resolverlos que dejan el listón inalcanzable.

¡Qué gozo ver a las varias generaciones de actuantes escenificar su belén! ¡Y qué migas tan exquisitas las que hacen! Insuperables, como su espíritu y su tesón. Un ejemplo cada día que nos ayuda a seguir en la lucha en medio de cualquier dificultad.