TTtal vez mi ceguera tropezó con piedras, pues no soy niño que juega con lirios del valle. Mi pobre sabiduría ha quedado seca y mi corazón sellado ante cosas evidentes: La mitra y el báculo dejaron su sitio a poderes que repartían medallas de la diosa del bello arte y quemaban incienso a ídolos cuyos méritos es mejor ignorarlos en aras del verdadero arte. Cuando se ignora al César lo suyo y a Dios lo que es de él , la religión queda sepultada en libros y la duda en su lugar.

Siempre creí que los lugares sagrados eran santos, pues allí percibimos la belleza más encantadora, el corazón que contiene todos los corazones, la voz que cubre todas las voces y el silencio profundo e intemporal de Ser, majestad de majestades. Si me preguntaran, ¿qué es un lugar sagrado?, respondería: una casa de tesoros valiosísimos siempre abierta al traseúnte, nunca jardín tapiado abierto a hombres selectos, ni viñedo sin guardián.

En la lista de los premiados no estaban actores, autores y héroes de la vida diaria, ancianos de espaldas vencidas, bailarines de helados pies que no quisieron danzar al son que toca y músicos cantores de melodías de amor por encima del odio y del dolor y un etcétera más.

*Licenciado en Filosofía