XCxuando yo era joven --lo de ahora es pose, apariencia y un pacto con el diablo, tipo Dorian Grey --, la sequedad de casi todo el panorama cultural extremeño era inversamente proporcional a los amarillos y desiertos miserables de la orfandad de esta tierra --fincas para algunos--, que atendía por Extremadura. Como mucho y, a Dios gracias, Cáceres, por obra y milagro de la bendita Facultad de Filosofía y Letras, nos arrojaba una luz confusa, de un tiempo que ya pasó --el franquismo-- y otro que venía, pero que debíamos dilucidar y adivinar. También es verdad que nada alimenta la imaginación como la falta de todo, cuando la edad, la curiosidad y el pálpito de una ilusión nos hacían protagonistas de hacer lo que sea, porque nada estaba hecho. Hoy --joder, que me parezco a mi abuelo--, los jóvenes sufren la maldición de serlo, como se sufrió desde que los tiempos son tiempos, y las canas se enfrentaron al rostro imberbe, que es lo natural. Que si scouters, que si zapatillas de marca, que si botellones y un despendole de ganar a la noche y mirar cara a cara al sol traicionero en cualquier parque de cualquier ciudad. Yo no tiro la primera piedra. Ni la última. Sin embargo, si alguna responsabilidad tiene la vida, es cambiarnos, darnos un proceso y un movimiento, que para eso es lo más característico de su esencia. Y del amarillo hoy hemos pasado a verdes vides y ciudades y pueblos que nos ofrecen, igualándose, una variada oferta cultural y formativa. Frente al botellón --¡qué coñazo!--, casas de cultura y universidades populares. Frente a la apatía, la tentación suculenta de crear --en cualquiera de sus ramas-- las inquietudes de nuestros jóvenes.

El 29 de mayo, en Calamonte, ciudad amiga, se entregaron los premios del XIV Certamen Calamonte Joven . Reyes Picazo --concejala de la cosa cultural--, se propuso dignificar unos premios a los jóvenes, que ya son dignos, por el simple hecho de haber sido creados. Los reconocimientos, como todo en la vida --hasta los fracasos--, deben de traer una parafernalia y un protocolo para que den idea del valor que se les adjudica. Cómic, teatro, novela corta, poesía, cortometraje, armonización coral, pintura, fotografía y cuentos fueron la referencia de la bendición de unos jóvenes que vieron cómo su subida al escenario era la metáfora de un subidón con futuro, para los que ellos han despejado un horizonte sin cortapisas.

Allí ellos, desgranando un rosario de sueños, cuando agradecían sonrojados el arrechucho de la familia y de la noche de primavera, que les brindó la calidez de su temperatura. Nunca he sido de premios, entre otras cosas porque no me presento, pero sí reconozco la inyección de despegue que se mete intravenosa en el alma de los elegidos.

Calamonte, como cualquier pueblo, tiene en su buque insignia --la casa de la cultura y la universidad popular Pelayo Moreno --, la tarea no sólo formativa y formadora, sino el foro de convivencia, donde el trasiego de tantos --toda edad y condición-- recrean, desde la música a la escena, desde la tecnología a la pintura, la supervivencia civilizadora de la sed de vida y conocimientos. Bendita la juventud que pide el paso indeciso, pero firme, para mostrarnos el desvelo de su trabajo, tan sagrado como eterno.

Calamonte Joven no es otra cosa que la realidad de una tierra, que ya no subsiste, sino que existe en lo material y en lo espiritual. Podría hablar de tantos certámenes e iniciativas como pueblos tiene esta tierra que se ensancha. Lo de Calamonte tiene el ejemplo, porque soy calamonteño. Una fiesta que este ayuntamiento ha querido brindarles a los jóvenes que buscan el camino por donde andar. Paco Carrillo y Carmen Galarza --profesores de la Escuela de Teatro de Extremadura-- dirigieron a los alumnos y a los actores de Garnacha Teatro, para que los premiados se sintieran arropados. Por lo demás, las lágrimas de las madres y el trofeo de jóvenes, que ya lo llevan dentro. Hasta el 2005.

*Autor teatral