Escritor

Llamándote Benito, cabe todo. En mi época de seguidor de partidos de fútbol de tercera regional, aprendí que todos los que se llamaban Benito, y jugaban al fútbol eran de temer. Por ejemplo para ser defensa central de aquellos tiempos llamándote Benito, tenías otras formas expeditivas de quitarte el balón de encima. Y no sé si en la Ferroviaria, o en el Pacense, había un defensa central llamado Benito que sobrecogía. Cuando la cosa pintaba bastos, el entrenador de Benito no se andaba con rodeos. Salía a la línea de banda y desde allí le gritaba:

--Benito saca el hacha.

El caso de Benito Alonso de 70 años (enhorabuena por tenerla tiesa todavía) es distinto. Se trata de una rama de Benitos, espúreas, y hasta hay una sentencia que lo demuestra, que el 23 de junio del 2001 iba con su guardaespaldas femenino y se fue a mear a la playa de El Puntal de Santander, cuando, no dándole importancia al asunto se volvió a la guardaespaldas y le dijo:

--Hija, ¿por qué no me la chupas...?

Y es que como digo, llamándote Benito, tienes muchas posibilidades de hacer cosas más difíciles. Y esta sentencia sale en un momento, que a Sadam ya no se la van a chupar nunca más las doscientas concubinas que tenía, ni volverá a tener un kalasnikov de oro. Con lo hermoso que es ver a Pedro Acedo contando en Localia cómo eran las carreras de cuádrigas, que lo contaba como si él corriera todas las tardes, recordando a Ben Hur, o ese invento que ha patentado Celdrán, que ya no hace falta cortar el agua cuando haya una avería, de pronto saltan estas historias de ediles del PP casi inventadas para fastidiar un poco más. Y en medio de todos los macutazos, el que me han dado y del que todavía no me he repuesto, dudando de mi existencia, que bueno, que Martín Tamayo no ha parado de tener novios, y que uno de ellos ha sido nada menos que Rodríguez Ibarra, que lo llamó como Dios a Saulo en el camino de Damasco, y que Martín le dijo:

--Lo siento, ya es tarde, no hay remedio, y me marcho con Monago.

Toma.