Escritor

Tengo un ojo del color de las berenjenas y veo el mundo a mi alrededor en tonos violáceos tirando a tragedia griega, que menos mal que el Festival de Mérida va a iniciarse con una versión de Murillo, La paz de Aristófanes, y el intento de representar Yo Claudio, pero tiene dificultades para encontrar un protagonista adecuado, que yo creo que el edil Romera haría de maravillas. Sinceramente, se dan en Romera todas las frustraciones de Claudio, sobre todo teniendo en cuenta que Romera no remató nunca ninguna faena. Hacer ha hecho muchas, pero rematarlas, creo que ninguna, con lo que ayudaría bastante a que viéramos a un político con todas sus frustraciones y carencias. Yo no voy a decir lo que aseguraba días pasados Gutiérrez Casalá, que eran unos delincuentes, que me parece exagerado, pero que una ciudad viera con sus propios ojos lo que Romera nunca supo digerir, que era un segundón encargado de empapelar Mérida pero poco más, como se ha demostrado con Alvarez Cascos desde que se inició en la política empapelando el estadio de El Molinón en Gijón, y después con el Prestige . Tampoco sería manco un Yo Claudio con Aznar y Ana Botella. Digo todo esto porque ayudaríamos mucho al director del Festival de Mérida, que con los tiempos que corren está enloquecido.

Tampoco sería manco ver de Yo Claudio al padre de Jesulín de Ubrique, que yo no puedo asegurar que Claudio cojeara, pero esto sería lo de menos, ahora que están apareciendo los hijos del padre debajo de las piedras, e incluso del cómico Pajares, que ya decía el obispo de Madrid que en la sala de fiestas Pasapoga se habían condenado por su culpa la mayoría de los gobernadores civiles de Franco.

En fin, que está el personal saliendo de la cueva, que es donde hemos estado de por vida; que enternece ver a nuestro presidente Rodríguez Ibarra irse a Lisboa y pedir que se aclaren con el AVE o con lo que sea. Pero en Portugal van siempre muy atrasados y ahora han descubierto la pedofilia, que se ha puesto de moda, cuando aquí después de la guerra estaba a la orden del día, pero sin ruborizarse después de matar con ametralladoras.