WDwecir que el asalto al consulado español en Berna (Suiza) ha sido sólo una anécdota, es incorrecto. Presumir que podía tratarse de una operación terrorista con fines oscuros, una exageración. Anoche los datos dados a conocer señalaban que estamos ante unos delincuentes comunes que quisieron sorprender a pocos empleados de la legación española para apoderarse de visados de acceso a los países de la UE que, como España, controlan las fronteras por el acuerdo de Schengen.

En las primeras horas de la ocupación de la sede diplomática hubo reacciones inmediatas, carentes de prudencia, que magnificaron el caso. Canales televisivos que emiten las 24 horas con formato estadounidense se precipitaron al explicar y valorar el hecho. La confusión aumentó cuando el Ministerio de Exteriores español, temeroso de quedar desbordado, emitió mensajes tranquilizadores que las autoridades suizas se resistían a confirmar con la excusa de que su protocolo de lucha contra el terrorismo incluye la retención de información. El suceso pone de relieve que la protección de sedes consulares no debe descuidarse, ni siquiera en un país neutral , porque llegado el caso puede fallar hasta la vía diplomática.