XExn esencia, la Biblioteca Circulante es una jornada literaria organizada con el rigor de un congreso pero sin sus aparatosas tiranías. La que tuvo lugar en el convento de Las Claras inauguró, además, el Aula Itinerante de Escritores Extremeños, otra novedosa invención de la imaginativa junta directiva de la AEEX que consiste en pasear por algunas ciudades y pueblos de la región a escritores representativos de las diferentes generaciones, no siempre bien conocidos, pero que figuran ya en el currículo educativo. Como esa selección se hace en función de la edad, en Plasencia estuvieron dos de nuestros más veteranos y acreditados narradores: Víctor Chamorro y Juan José Poblador. Fue un placer escucharlos, sin duda. El primero comentó dos de sus novelas, El santo y el diablo (que acaba de ser reeditada por la Editora Regional) y El pasmo y leyó, con sugestiva intensidad, sus capítulos finales. El segundo nos dio una de las siestas más divertidas que recuerdo y, entre risas y veras, habló también de sus novelas: Pensión y Canal . No fue fácil cambiar de registro pero, con todo, en torno a sesenta personas (lo que para un día de vacaciones y para esta ciudad no es poco) disfrutamos del recital de los jóvenes poetas Elena García de Paredes, Daniel Casado, José María Cumbreño y Antonio Reseco. Todos ellos representan a la nueva poesía de esta tierra que, como se sabe, por su proyección y calidad, es también parte de la nueva poesía española. En la intención de los organizadores estaba unir a escritores de distintas promociones, lo que dio a la jornada, por ese juego de contrastes, un atractivo añadido. Y ya que de novedades hablamos, bueno será recordar que otra de las actividades del encuentro consistió en dar cuenta de nuevos libros de algunos asociados. Estos, con sus cubiertas reunidas en un cartel, se distribuyen por todos los rincones.

Cerró el programa la presentación de otra primicia, la Asociación Cultural Alcancía y, más allá, los dos primeros libros de su colección literaria. Sus miembros, los alcancianos, proceden del Taller de Relato y Poesía que en la Universidad Popular placentina coordina desde hace años el escritor Gonzalo Hidalgo Bayal. Creí ver simbolizados en la mesa de clausura varios cumplimientos. De una parte, esta asociación que acabo de mencionar colmaba las aspiraciones de un proyecto puesto en marcha, como tantas otras cosas, por la Consejería de Cultura (en colaboración con las universidades populares), el de los Talleres Literarios: ya son un grupo de incipientes escritores con libros a la vista que se han atrevido, incluso, a pasarse al otro lado de la escritura haciéndose pequeños editores. De otra, la Asociación de Escritores daba con sus nuevos proyectos un impulso aún mayor a su prestigio, algo que, como pueden imaginar llena de contento a uno de sus expresidentes. ¿Desde qué mezquino reducto cavernícola se la puede atacar poniendo en duda, ya ven, su independencia? Por fin, tenía delante de mis ojos a la mejor Plasencia: una ciudad abierta que apostaba por salir de su tradicional encierro gracias, entre otras razones, a los foros de debate democrático, abiertos a la ciudadanía, que se vienen facilitando, en colaboración con otras entidades, desde la concejalía de cultura del ayuntamiento. Lo último que uno se podía imaginar tras una semana de viajes y reuniones por los rincones más insospechados de nuestra geografía era encontrarse con una estimulante reunión donde la literatura demostró una vez más sus numerosas bondades. En estos tiempos de tribulación, son de ponderar estos afanes. Lo que uno ha querido trasladar a sus lectores a través de esta crónica es que pasé unas cuantas horas cerquita de la felicidad. Me atrevo a decir que no fui el único. ¡Que no decaiga!

*Escritor