El pasado 15 de octubre estaba magnífico el Palacio de Congresos de Mérida. Tenían lugar las Terceras Jornadas de Bibliotecas de Extremadura. Personas desconocidas a las que une un lazo invisible y cálido, el amor por los libros, se congregaban.

Profesionales de distintos ámbitos públicos y privados, en las a veces modestas, a veces soberbias bibliotecas municipales, desde la pequeña aula acondicionada con poco dinero y mucha ilusión en algún instituto rural, a la fantástica biblioteca de solera del centro más antiguo de la capital, que catalogan, ordenan, recomiendan, prestan y miman volúmenes, ejemplares, revistas, diccionarios, enciclopedias, cómics, ibooks. Pequeños milagros que atesoran en sus escasas o numerosas páginas o en su mágica pantallita, un manantial limpio y sorprendente de regalos.

Tal vez por ello, esta enamorada de las letras quiere hoy compartir con usted, amigo lector, el sentimiento agridulce que le caldea a veces el vago espacio intercostal donde imagina que se refugia su espíritu. Entre los muros de la diminuta sala donde pasa bastantes horas de su jornada laboral. Pues en sus ordenadas estanterías, se almacena tanto caudal de cultura, tanto antídoto contra el aburrimiento, tanta medicina preventiva de la manipulación, tanto alimento para la imaginación, tanto placer gratuito, sano y redentor. Y por un lado, se siente orgullosa de ser testigo y guarda de este diminuto templo. Y por otro, frustrada. Porque cuando las jóvenes manos abren las tapas de estos fantásticos micromundos, siente la satisfacción del objetivo conseguido. Pero cuando muchos otros aguardan en vano al lector que nunca llega y al que no podrán abrir el horizonte de un universo insospechado, la mañana se desliza cansina y abrumadora.

No podemos permitirnos una juventud que no lea. Vacía, acrítica, dominada por lo superficial, esclava de lo inmediato y lo cotidiano, irreflexiva. Y los responsables de las bibliotecas de Extremadura precisan, además de ilusión, voluntarismo y Jornadas, unas políticas activas que les faciliten su labor.