Hemos despedido al viceprimer ministro chino, Li Keqiang , quien en vísperas de reyes magos nos ha venido a firmar 16 acuerdos comerciales, cuatro de ellos con el Gobierno de España y el resto con empresas privadas, por un importe total de 7.500 millones de dólares. En los tiempos que corren en nuestra maltrecha economía, el balón de oxígeno ha venido como anillo al dedo.

China viene desplegando todo su potencial en comercio exterior desde hace dos décadas, especialmente centrado en América Latina y Africa, donde ha conseguido una gran cantidad de contratos relacionados con las materias primas, minerales e hidrocarburos, en base a las necesidades de suministro para el gigante asiático que continúa creciendo al 9% anual a pesar de la crisis mundial y que amenaza con convertirse en la primera economía, por delante de los Estados Unidos.

Siempre se le ha reprochado a China que realizara negocios con gobiernos en países donde no se respetan los derechos humanos y donde los niveles de corrupción y falta de transparencia son muy elevados. La base de la política exterior China está centrada en los acuerdos comerciales que garantizan las necesidades del propio consumo chino, pero a la vez estableciendo relaciones políticas que garanticen el apoyo a las tesis chinas en los organismos internacionales cuando sea necesario.

En España, estos 7.500 millones de dólares vienen de perlas, y aunque no ha tenido el recibimiento de Mister Marshall en la película de Berlanga , ha faltado poco, pues ha sido recibido por el Rey, el presidente del Gobierno y un sinfín de empresarios de alto copete beneficiarios de la gran parte de los acuerdos firmados. Todo ello sin oírse un murmullo ni susurro contra la violación de los derechos humanos en China, sin criticar la negativa del gobierno chino a permitir la salida del país al premio Nobel de la Paz 2010, Liu Xiaobo , ni la acelerada intervención económica de China en dictaduras africanas y gobiernos democráticos de dudosa legitimidad.

Ha quedado claro que bussines is bussines, y que no estamos con un perfil económico que nos permita colocar por delante nuestro perfil ético-político, que ahora tenemos bajo mínimos. Eso sí, sacamos pecho contra otros gobernantes de países que siendo pobres y no dependiendo para nada de ellos nuestro negocio, nos cebamos con un descaro e intervencionismo absoluto. Pero eso es lo que hay, tenemos que rendir pleitesía a aquellos que, aún siendo una dictadura y que viola los derechos humanos fundamentales, vienen a echarnos una manita.

Pordioseros que obviamente no pueden poner condiciones ni toserle a la mano que le da de comer. Pues nada, recibimos con mucho agrado el apoyo de inversión china en nuestra economía, pero permítanme que al menos desde esta pequeña tribuna le recordemos al gigante asiático que deje de violar los derechos humanos e intente ser el primero también en dignidad y valores fundamentales.

*Asesor en Relaciones

Internacionales y Cooperación.