Profesora

Ahora que un autobús con el distintivo del Plan Urban ha salido a la calle pizpireto y moderno conviene recordar, en apoyo de la memoria frágil, que fueron muchas las personas que ayudaron al ayuntamiento cacereño en agosto del 2000 a elaborar los objetivos y contenidos de este proyecto, afortunadamente logrado. Las asociaciones de vecinos trabajarían codo con codo confeccionando una serie de propuestas concretas en materia urbanística y ambiental, origen de nuevos equipamientos e infraestructuras en las barriadas.

Las asociaciones vecinales enmarcaron como uno de los principales fines del plan su participación real en el mismo a sabiendas que de su consecución o no derivan otras consecuencias importantes para el movimiento asociativo y su propia influencia. Los hechos ocurridos después han demostrado, por lo menos hasta la fecha, que su intranquilidad no era infundada. El ayuntamiento maneja el plan y aparenta ser el dueño y señor todopoderoso del mismo, suyas son la propaganda, las aplicaciones y recursos. Los vecinos observan todo ello con pesadumbre y si no lo denuncian es porque, cansados de gritar en el desierto, hacen como que no lo vieran.

Con el Urban se quería conseguir una mayor aplicación de los recursos humanos, formados por él, en las propias necesidades del mismo. Luego, en fase posterior, podría cruzarse el umbral y convertir las actuaciones, a través de medidas de autoempleo y economía social, en generadoras de nuevos trabajos y otros servicios de calidad. Buscando que las iniciativas emprendidas no acaben cuando lo haga el plan, sino que continúen en el futuro para que la integración de las zonas marginales o sensibles de Cáceres sea un hecho cierto y no sólo algo bonito escrito en el papel con una determinada fecha de caducidad.

Las propuestas de los vecinos para Aldea Moret, el Caso Histórico, Ribera del Marco o la Charca Musia están llenas de sentido común. Buscan la regeneración de las zonas y ciudadanos afectados y la mejora del entorno y su dinamización efectiva en el convencimiento de que una cosa llevará inexorablemente a la otra. La conexión de nuestros barrios con el resto de la ciudad debe realizarse en las dos direcciones, tanto a nivel físico como social, debiendo existir programas pensados y medidos para ello.

Tirar sólo del hormigón, como tantas veces hace este ayuntamiento, no es una medida acertada. La regeneración de algunas zonas no puede hacerse construyendo un edificio tras otro sobre las mismas, borrando las huellas de su razón de ser, hollando las tradiciones, dejando a las nuevas generaciones sin historia en la que apoyarse.

Como muy bien han denunciado varias entidades ecologistas, el desarrollo y la restauración deben ser sostenibles sin destruir las posibilidades ambientales de los lugares depauperados. Recuperemos la sensibilidad y la estética para reivindicar sin ambages la ética en las actuaciones de los poderes públicos.