Dramaturgo

Vino Blake a Badajoz y adivinó el futuro de nuestro Club Deportivo cuando sacó a esa espectadora que lloraba mucho porque alguien le escribió en una pizarra un mensaje: "Todo va bien, Antonio" y ella decía que Antonio era un desaparecido, y Blake venga a sobarle los brazos, y los espectadores, cada vez más nerviosos, gritando aquello de "Badajoz, Badajoz, eo, eo". Resulta que igual era Antonio Barradas el de la pizarra y mandaba mensajes del más allá (Portugal) y Blake enseñó el nombre tatuado en su brazo, y todos nos hicimos pis y caca por el miedo y la cosa, y el futuro del Badajoz era un tatuaje y un mensaje del más allá (la Segunda B).

Vino Blake a Badajoz y a una interfecta se le olvidaron los números de teléfonos que tenía en su memoria y la gente se creyó que el truco salió mal pero el intríngulis era precisamente ése, que se le olvidaran todos los números y dejara de dar el coñazo con su móvil. Y Blake adivinaba lo que la gente tenía en sus bolsillos, mismamente como Hacienda, y dejaba que le dispararan entre los ojos, y paraba los relojes y los hacía funcionar (menos el de Banesto de San Francisco, que no lo hace funcionar ni el satélite). Y a todos nos dio un repelús muy gordo menos a mi amigo Andrés, que es un escéptico y no se cree nada (salvo la existencia de J. Aliv que la descubrió un miércoles de ceniza).

Vino Blake a Badajoz y hacía un calor del carajo, y los niños le pedían autógrafos y le lanzaban piropos las aprendizas de bruja. Vino Blake a Badajoz y vio una ciudad distinta, polivalente y biferial, a la que no hay que darle más vueltas porque siempre ha sido y será, la ciudad, fruto de nuestra imaginación.