A la Conferencia Episcopal no le ha gustado ni una pizca que haya autobuses en algunas ciudades españolas que llevan, como si fuera un anuncio, la frase "Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta de la vida". Le ha gustado tan poco que la califica de blasfema, de una ofensa a los creyentes, al tiempo que pide al Gobierno que "tutele el ejercicio pleno de la libertad religiosa", como si se hubiera conculcado.

La Conferencia Episcopal da con frecuencia muestras de que tiene una idea de lo que es la libertad de expresión un tanto ´sui generis´, así como un concepto extraño de lo que ofende o no ofende a los creyentes, como si estos tuvieran una armadura mental bastante más endeble de la que tienen. ¿Quién puede ofenderse por una frase así, que ni siquiera trata de aleccionar y acepta la posibilidad de que su autor pueda estar equivocado? La Conferencia Episcopal debería estar agradecida a la campaña de los agnósticos, porque nunca se ha hablado tanto de Dios en la calle como a partir del día en que circulan los autobuses ´blasfemos´.