El blindaje de la frontera sur española y la cooperación de países africanos como Marruecos, Mauritania y Senegal han hecho disminuir la llegada de inmigrantes sin papeles a bordo de pateras o de cayucos a las costas andaluzas y canarias, pero eso no significa que los desesperados hayan desistido de llegar a Europa. Simplemente han variado de ruta, asaltando ahora la fortaleza europea desde Libia y hacia Italia, cuyas costas se han visto desbordadas por las llegadas masivas de inmigrantes.

La información que publica hoy este diario demuestra que el viejo dicho de que no se le pueden poner puertas al campo funciona. Claro que hay otro dicho plenamente aplicable: ojos que no ven, corazón que no siente. Las condiciones de vida en el Magreb de los subsaharianos aspirantes a dar el salto, los riesgos de la travesía y las tarifas que cobran las mafias han empeorado, pero desde las playas repletas de turistas de este lado del Mediterráneo, eso no lo vemos.

Las dificultades, sin embargo, no hacen desistir a los decididos a huir como sea del hambre y las enfermedades: "Esto es como una guerra. Hay que atacar por todos los frentes a la vez", resume el camerunés Ekio, que acaba de cumplir un año aguardando su oportunidad en los bosques de Oujda, en Marruecos. Y eso a pesar de que la crisis económica ha hecho disminuir las oportunidades de encontrar trabajo en Europa.

Hay que repetir hasta la saciedad que las medidas policiales y de control de fronteras solo enmascaran el problema. Que solo la ayuda al desarrollo de Africa y la lucha contra la corrupción y la injusticia podrán aliviar la presión migratoria sobre Europa.