Casi 28 años después de la cesión de su administración a Marruecos, en plena agonía del franquismo, el Sáhara Occidental sigue sin conocer su futuro. La nueva resolución del Consejo de Seguridad, aprobada por unanimidad pero sin carácter coercitivo, confirma la morosidad e inoperancia de la ONU en uno de los últimos conflictos coloniales. Pero cabe observar un viraje de la diplomacia de EEUU, que pasa ahora a una relativa neutralidad que puede atribuirse tanto a los hidrocarburos de Argelia como a la voluntad de mostrarse más abierta al mundo árabe musulmán para paliar los efectos desastrosos de la ocupación de Irak.

Marruecos sufre un revés diplomático que se corresponde con el inmovilismo del régimen, el aislamiento internacional y el aparente fracaso de la modernización prometida por Mohamed VI al subir al trono hace tres años. Que Rabat acuse a Madrid de parcialidad es injusto. La diplomacia española hizo lo de siempre, en esta ocasión sin perder la guía de EEUU. Mientras España no falte a sus compromisos y no acepte las tesis alauís sobre el Sáhara, las autoridades marroquís enmascararán sus problemas convirtiendo al vecino del norte en chivo expiatorio.