La estrategia del Gobierno de Aznar en la negociación de la Constitución de la UE tiene como principal objetivo asegurar para España la máxima capacidad posible de bloqueo de las decisiones comunitarias. El presidente defiende con ahínco el reparto de votos pactado en el Tratado de Niza y rechaza el nuevo sistema de toma de decisiones por una mayoría que agrupe al menos al 60% de la población. Cree que este mecanismo conduciría a un directorio de los grandes países europeos, los únicos que podrían desautorizar iniciativas con facilidad.

El verdadero problema no es éste, sino el comportamiento europeo de Aznar al enfrentarse a quienes costean las multimillonarias ayudas que recibe España. Con su rigorismo, sus desplantes y su política exterior de alineamiento con Washington se ha ido aislando políticamente en el seno de la Unión Europea. La solución no es obsesionarse con las minorías de bloqueo, sino adoptar una verdadera mentalidad europea con la que sumarse como aliado leal al núcleo motor de la integración comunitaria. España formará parte entonces de quienes proponen y agrupan mayorías, y no necesitará concentrar sus esfuerzos en contrarrestar las decisiones impulsadas por otros.