TCtuando ya solo quedan 53 días para las elecciones a la presidencia de Estados Unidos, el resultado es imprevisible, especialmente desde la llegada del huracán Sarah Palin . Ironía: la mujer de esta elección tenía que ser la preparadísima aspirante demócrata Hillary Clinton y al final resultará que va a ser otra mujer hasta ahora desconocida, la tremenda gobernadora de Alaska, la pieza que faltaba para una eventual victoria del Partido Republicano.

Palin ha resultado ser la compañera ideal de candidatura. Si McCain es vendido como un hombre que se desmarca del partido, ella entusiasma a las bases más difíciles de convencer. Si Obama apartó a Hillary de la carrera, una republicana lleva ahora el nombre de una mujer a las urnas.

Y encima, el embarazo de la hija de 17 años, Bristol . En estos días, los asesores de campaña han encontrado una buena salida: la precocidad de la menor demuestra que Palin es una mujer corriente con los mismos problemas de cualquier familia americana. Por la parte del embarazo es cierto. Estados Unidos tiene la tasa de adolescentes embarazadas más alta del primer mundo, unas 750.000 cada año. Pero, en cuanto a la solución, Palin pertenece a una minoría, notable, pero minoría. En los Estados Unidos de hoy, menos del 20% de los embarazos adolescentes acaban en boda, entre otras razones, porque en la mayoría de estas bodas el posterior divorcio se ve venir. El caso es que Sarah Palin ha sacudido la campaña republicana y le ha dado un impagable impulso.

Que las campañas políticas acaben girando sobre hechos aparentemente tan anecdóticos y no sobre las grandes preguntas es triste, pero no debería extrañarnos. Ya es un fenómeno propio de todas las democracias mediáticas.

A 51 días para que los norteamericanos acudan a las urnas, los electores hablan de una boda de penalti, que allí llaman boda de escopeta, supongo que por lo de obligar al novio a hacerlo sí o sí. Feliz coincidencia, tratándose de una suegra que caza en sus ratos libres.