THtay gentes a quienes el cuerpo no se les queda a gusto a menos que tengan un enemigo. Y si son tan insignificantes que nadie les tiene ni siquiera por enemigos se lo inventan. Necesitan estar contra alguien que es mucho más fácil que hacer propuestas positivas. Ahora al nacionalismo, que es ante todo un sentimiento, responden con otro sentimiento y publicitan el boicot a los productos catalanes. Más que una insensatez me parece una barbaridad.

En realidad nos están diciendo que en lugar de mirar la relación calidad-precio de un producto debemos mirar la etiqueta de procedencia, lo cual es nefasto para la economía familiar. Pretenden que prescindamos de los sabores e indaguemos su nacionalidad, lo cual puede provocar mal sabor de boca y niega el placer del gusto. Nos animan a que no calibremos la utilidad de un aparato sino el idioma de su creador, lo que nos puede conducir a comprar algo poco adecuado, inútil u obsoleto. Recomiendan que no echemos cuentas sobre la rentabilidad de una inversión sino que miremos dónde está la sede de esa entidad de ahorros, lo que perjudicará seriamente nuestra economía. ¿Y en nombre de qué? De un estatuto que aún no está aprobado ni se sabe cómo quedará.

A mí no me encontrarán ahí. Porque a mí lo que me gustaría es que en Extremadura, y en gran parte de España, hubiera una caja de ahorros como la Caixa, una editorial como Planeta, un club como el Bar§a, telecomunicaciones como las de Cataluña, y al menos un polígono industrial como uno de los muchos que existen por aquellas tierras catalanas. Pero claro, para eso es preciso pensar y trabajar mientras que para hacer el boicot sólo es preciso darle gusto al cuerpo.

*Profesor