La bolsa española ha cerrado el 2003 con una revaluación teórica del 28%, que rompe una caída de casi el doble de los tres años anteriores. Es un alivio para los dos millones de familias que han elegido la renta variable para hacer rendir sus ahorros. Este buen año bursátil, que fácilmente puede prolongarse hasta junio, se explica sobre todo por la vuelta a la ortodoxia contable: las principales empresas españolas --bancos y servicios privatizados en la última década-- se han desprendido de negocios ruinosos y han vuelto a la gestión basada en criterios de beneficio y dividendo.

La otra contribución al buen ejercicio que refleja el Ibex 35 al cierre del 2003 es que los operadores han sabido seguir las pautas que marcan los principales mercados de valores mundiales, pese a que la bolsa española sigue teniendo un peso muy modesto en el concierto financiero internacional. Se debe, en parte, a que nuestras bolsas compiten por el ahorro a largo plazo --como en ningún otro país europeo-- con el mercado inmobiliario. Pero el raquitismo crónico del mercado español de valores también se debe a la falta de estímulo. Aparecen pocas empresas innovadoras, y las que hay no tienen suficientes apoyos.