WSw i los esfuerzos en orden disperso que los gobiernos han acometido y que han estado destinados a restablecer la confianza en los mercados no surtieron efecto, no ha cosechado mejores resultados la decisión concertada ayer, y no prevista, por el Banco Central Europeo, la Reserva Federal de Estados Unidos y los bancos centrales del Reino Unido, Suiza, Suecia y Canadá para rebajar medio punto los tipos de interés. Ni siquiera la decisión insólita del primer ministro británico, el laborista Gordon Brown, de nacionalizar parcialmente el sector bancario de su país --paradógicamente bien acogida por la City londinense-- dio un respiro a las bolsas europeas --el Ibex cayó el 5,2%--, que un día más cerraron con grandes pérdidas, contaminadas por la apertura a la baja de Wall Street.

¿Acaso la reducción de tipos de interés, repetidamente solicitada por los gobiernos de la zona euro, llega demasiado tarde? ¿Acaso la primera medida verdaderamente global y coordinada de las grandes economías se ha hecho esperar demasiado y el sistema se ha degradado en exceso? Estas y otras preguntas se formularon los analistas después de otro día negro, en el que, una vez más, los recelos ante la situación de algunos bancos de referencia y los rumores de toda naturaleza se impusieron a un dato incontestable y que debería no ser olvidado si queremos que las aguas no se desborden: nunca antes el sistema financiero europeo dio más garantías de solvencia a los titulares de depósitos.

Las malas previsiones que maneja el Fondo Monetario Internacional (FMI) para el 2009 no empañan esta realidad. Como tampoco la enturbia el leve crecimiento medio del 0,2% que el FMI pronostica para la zona euro, con recesión en España --contracción del 0,2%--, Italia e Irlanda, porque los estados han asumido un grado de compromiso hasta ahora desconocido para evitar un desastre. Es difícil imaginar que las economías europeas puedan protegerse de la crisis financiera de Estados Unidos con medidas más contundentes que las decididas el martes por el Ecofin, las garantías dadas por los estados y el abaratamiento del dinero decretado por el banco emisor.

En el caso de España, aun a riesgo de caer en la redundancia, es obligado insistir en la solvencia que está poniendo de manifiesto el sistema bancario y en la eficacia demostrada por parte de los mecanismos de control. La mezcla de prudencia y alarma que mueve a los inversores forma parte de las reglas del juego de la bolsa, un mercado que si por algo es característico es por su sensibilidad para trasladar al parqué el ánimo de los ahorradores, pero los datos objetivos y las medidas adoptadas por el Gobierno, que cuentan con el apoyo de la oposición, las entidades financieras y las organizaciones empresariales, deben restablecer paulatinamente la confianza. Sin ella, toda medida resulta insuficiente para salir de la confusión y ver de una vez por todas la luz al final del túnel.