Ayer se constituyeron las nuevas mesas del Congreso y del Senado, para las que resultaron elegidos presidentes los socialistas José Bono y Javier Rojo. En el Congreso, los socialistas están cerca de la mayoría absoluta, pero Bono resultó elegido sólo en la segunda votación, lo que revela que los grupos nacionalistas le han castigado por su posición frente a las reivindicaciones del País Vasco y Cataluña.

Por el contrario, en el Senado, el PP es la primera fuerza, pero el socialista Javier Rojo, senador por Alava, resultó elegido con mayoría absoluta en la primera votación, gracias a los votos nacionalistas. En su discurso, Rojo, que utilizó en algún momento las lenguas vasca, catalana y gallega, abordó la necesaria reforma en profundidad del Senado, para la que se precisa una reforma constitucional que haga de él la Cámara de representación territorial de las nacionalidades y regiones. Sería muy positivo que un nuevo clima permitiera avanzar en esta dirección, para la que es imprescindible la actitud favorable del principal partido de la oposición.

La elección de Bono en segunda votación (es la primera vez que ocurre) es significativa de la paradoja de la legislatura. Ha sido varias veces presidente de Castilla-La Mancha y es uno de los políticos socialistas más relevantes. Pero su designación por Zapatero como candidato a presidir el Congreso al inicio de la campaña, así como su reticencia al nacionalismo, han propiciado un voto de castigo que hay que confiar que disipe con una gestión ecuánime e integradora.