Y que me perdonen los puristas del lenguaje, que saben que Bono ronda más la iglesia cardenalicia primada que la Real Academia Española. Genio y figura, vuelve a la pomada que nunca abandonó aunque en su día proclamara lo contrario. Pero esas contradicciones, como otras, saben que se olvidan cuando se halla en el candelero de la animación.

Animador de la política, siempre en el filo de la navaja, que maneja con perfección el equilibrio del alambre circense, con la habilidad de saber encontrarse en misa y repicando, entre el altar y el campanario, Bono, el único e irrepetible, lo que le gusta, tan admirado y enfilado en las huestes del PSOE, que se lo pregunten al guerrismo en pura salsa, y que tantos rivales dejó en el camino, vuelve a la escenografía política.

Peso pesado del arte político, santón de luenga trayectoria, que no le importa dejarse un montón de plumas en la pelea, tiene agallas de sobra para no rehuir a ningún gallo que le quieran echar en el corral, aún a riesgo de que los hurgadores de la historia traten de buscarle las cosquillas en el picadero toledano. Pero cuidado porque Bono, como Jon Wayne en las películas del Oeste, siempre hace un papel estelar y maneja el Colt y el Winchester como pocos.

Y eso es un lujo que muy pocos se pueden permitir. Lo que viene la mar de bien para animar el cotarro nacional. Porque aquel joven que ocupaba una Secretaría del Congreso de los Diputados, cuando Tejero asaltó el escalón democrático, hizo de la profesión política un derroche de facultades, entrando al trapo de cualquier tipología polémica con una madera cuasi indestructible.

XEL HOMBREx de Salobre, que derrotó seis veces seguidas al PP de Castilla-La Mancha, aunque en las generales el resultado en dicha autonomía suele ser favorable a los populares, que el único pulso que perdió en su carrera se lo dobló Zapatero , que salió de Defensa por discrepancias territoriales y de materia antiterrorista, tras dos años, de guadianescos y calculados meandros, ya se prepara para saltar al ring.

Hábil, de inaudita capacidad para pisar barro sin inmutarse, de aguantar las arenas movedizas o de soportar travesías del desierto, no le importa esperar pacientemente para ver pasar el cadáver de sus enemigos. Que se lo pregunten a Josep Borrell cuando las Hoces del Gabriel y la enconada lucha que mantuvieron ambos.

Capaz de utilizar un lenguaje arriesgadamente milimetrado, pero de doble lectura, mantiene el ritmo de la pelea, se sabe insomne y en vez de contar ovejitas apunta anotaciones y marca el teléfono de sus colaboradores sin importarle que sean las tres de la madrugada. Regala palmadas en la espalda y sonrisas sin desviar la vista de su pedigrí y de las urnas. Lo que le ha dado un gran resultado. Maneja el cubilete, los dados y los datos con una astucia zorruna, olfato perdiguero, inteligencia larga y acción rápida. Cuentan que un día dijo: "Dejadme solo quince minutos de tiempo y un teléfono". José Bono, de pelo clareado, dispone de una personalidad suficiente para rasgar una guitarra y gritar que los viejos roqueros nunca mueren, aunque muchos yacen en el silencio del olvido zapateril. Y una mirada suya basta para salir indemne o ser condenado.

Con una certera puntería a la hora de lanzar los dardos con su cerbatana, sigue mirando de reojo hacia la Moncloa. Conoce a fondo las mazmorras del PSOE, los salones del poder, las sacristías conventuales, los cuerpos militares de guardia, la campaña mitinesca incluso sin elecciones. Veinte días antes de las elecciones autonómicas de 2003 le dijo a este articulista: "Le voy a sacar a Suárez , el pobre, veintidós puntos". Y se equivocó en alguna centésima. La aparición de su nombre ha hecho que más de uno comience a temblequear, sobre todo en el PP.

Y es que Bono, que cumplirá 57 años el próximo día 14, festividad de San Juan de la Cruz, carmelita descalzo que padeció encarcelamiento religioso en el Toledo cuya lista ahora encabeza el político, nunca dejó de practicar el footing político. Sin perder la vista del cielo controla el suelo, con un ojo en la parte izquierda, el otro en la derecha, un teléfono en la zamarra, el índice de la mano derecha en actitud de apretar las clavijas y con la otra pulsando el firme del terreno. Que eso ni la mayor atracción de todos los tiempos.

Ahora el PSOE proclama que, de vencer en las elecciones de marzo, ocupará la Presidencia del Congreso aquel que aprendió los entresijos de la política como un inquieto abogado junto al profesor Tierno Galván , y que ya se prepara, seguro, con la reflexión de que si llega a la tierra prometida, lucirá sus mejores galas oratorias, diplomáticas y goyescas.

¿Cómo combinaría su polivalencia socialista, católica y populista?

La emoción está asegurada cuando tras las elecciones, si el PSOE se alza con el triunfo en los comicios, proclame: -- Señorah y señoreh diputadoh, se abre la sesión-

Pero si las urnas se inclinaran por el PP Bono tampoco perdería. Que todos conocemos su sangre. Pero eso no deja de resultar, a fecha de hoy, más que una mera incógnita e hipótesis de trabajo de políticos, de fabulistas y de periodistas que a veces vemos más allá de la cuenta.

Y es que en marzo, con unas elecciones a cara de perro, Zapatero o Rajoy , uno de los dos, eso depende del recuento de las papeletas, lo va a pasar francamente mal.

*Periodista