TEtl profesor Amancio Bueno solía estar solo a las once de la mañana todos los días para leer la prensa en una pequeña sala de lectura que le ofrecía el silencio y la tranquilidad que en otras habitaciones del instituto no podía encontrar. La sala tenía una única ventana que daba a un pequeño patio donde algunos chicos y chicas, la mayoría de bachillerato, se reunían para hablar de sus cosas. Cuando llegaba la primavera la ventana solía estar abierta, así que al oído del profesor Amancio Bueno llegaban todos los comentarios del grupo de muchachos y muchachas sin que tuviera que hacer esfuerzos de cotilla. A este profesor de Literatura, ser testigo de tapadillo y a diario del debate juvenil le había servido entre otras cosas para conocer los entresijos y conductas de sus alumnos, que a veces eran bastante sorprendentes.

El día más aprovechable era el lunes, porque se contaban unos a otros lo acontecido el fin de semana: "Tía, el sábado el Iván se enrolló con la Silvia y a la Vane por poco le da un síncope por los celos. Y el Luisma se mosqueó con la Noeli porque se pasó con el vodka y se puso a hacer la gilipollas. Pues teníais que haber visto el pedo que se cogió el Chema , tíos, yo nunca le había visto tan colgao. Qué chungo, colega, el Fran ha jodido la moto porque se ha dado una hostia contra una farola, y su padre no quiere arreglársela".

Conversaciones de ese tipo eran las que solían tener, pero aquel lunes, sin embargo, llegaron revoloteando a los oídos del profesor Amancio Bueno comentarios nada usuales y bastante insólitos a su juicio: "Qué fuerte, tía, yo no había visto nunca a mi padre tan pedo. Peor fue lo de mi madre y el padre de la Patri , que empezaron a magrearse delante de todos sin cortarse un pelo. ¡Jo, colegas!, y cuando llegó el padre del Fernan en la moto con su madre sin casco detrás y se puso a repartir pastillas a lo bestia... Y llevaban el maletero del coche de los padres del Sito hasta arriba de priva de la guay. Pues yo qué queréis que os diga, a mí me dio mucha vergüenza verlos tan pasaos. Qué puntazo, colegas. Lo malo es que lo cojan por costumbre".

El profesor Amancio Bueno no pudo leer el periódico porque las letras se le empezaron a amontonar en el papel debido a la turbación y el desconcierto que la conversación de los muchachos le había provocado. Esa misma mañana, a última hora, llamó por teléfono a los padres de varios de ellos y los citó por la tarde en el instituto. Los padres de los chicos sabían lo que el profesor les iba a preguntar y también sabían lo que ellos iban a responder. El padre de uno de ellos tomó la palabra: "No es lo que parece, Amancio. Todo se debe a una estrategia pedagógica para concienciar a nuestros hijos y hacerles entender que no nos gusta que hagan lo que a ellos no les gustaría que hiciésemos nosotros. Hicimos botellón al lado de ellos, pero ninguno de nosotros se emborrachó, ni tomó pastillas, ni se magreó con nadie. Montamos el paripé como buenamente pudimos, pero pensamos que es muy divertido y el sábado próximo volveremos a hacer botellón, ¿te apuntas?".

*Pintor